-Este sitio no es bueno. Ven, vamos a ponernos delante del
Franprix. Es mi chiringo.
Es más una orden que una propuesta, y Vernon obedece, incapaz
de plantearse la posibilidad de discutir con ella.
-Nunca te he visto por aquí, acabas de llegar, ¿verdad?
-Me desahuciaron hace un tiempo pero me he acoplado por ahí.
Hasta la semana pasada.
-¿La semana pasada? Eres novato, tío. Ya decía yo que aún
olías a jabón.
Se coloca delante del supermercado y se dirige a la primera persona
que entra:
-Señor, señor, ¿me compra una Coca-Cola, por favor?
Añade tocándose la barriga «es para el bebé», se gira hacia
Vernon «¿tú qué tomas?» y llama al tipo, que gira la cara antes de empujar la
puerta del supermercado, y toma nota, con aire divertido, «y una cerveza para
mi amigo, por favor».
-¿Estás embarazada?
-No, qué horror. Pero a mi público le encanta la idea. Tengo
hambre, aún no he comido.
Para a una mujer elegante que tiene prisa: “hola, señora, ¿me
traes unas patatas fritas, por favor? Son para el bebé”. Cuando se dirige a los
desconocidos, se vuelve dulce e infantil. Vernon observa que cuando está tranquila,
su voz tiene un punto ronco muy agradable. Sonríe a los que pasan con expresión
inocente, frotándose la barriga, tiene cara de payaso, de una redondez lunar.
-¿Alguno vuelve con lo que le pides?
-Muchas veces. No les cuesta tanto darme de comer, pido
cacahuetes patatas fritas o Coca-Cola ... a veces chocolate ... A fuerza de
vernos, muchos me conocen. Vengo todos los días -suelen traerme cosas. Les
alegra hacer algo por mí. Al fin y al cabo son personas, ya sabes.
Hace una pausa. Pasa un hombre joven con un bebé sobre el
vientre, ella ladea la cabeza, “me gustan mucho los papás, es tierno ver a un
padre con su hijo”, y luego le dice “oh señor, por favor, ¿me traes chocolate?
Es para el bebé”.
Otro hombre al salir le da su Coca-Cola y una cerveza, ella
le sonríe y pasa la lata a Vernon.
-Dime si quieres algo en particular, te lo pediré.
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