-No perdamos la perspectiva, yo
ya estoy harta de decirlo. es lo único importante.
Doña Rosa va y viene por entre
las mesas del café, tropezando a los clientes con su tremendo trasero. Doña
Rosa dice con frecuencia «leñe» y «nos ha merengao». Para doña Rosa, el mundo
es su café, y alrededor de su café, todo lo demás. Hay quien dice que a doña
Rosa le brillan los ojillos cuando viene la primavera y las muchachas empiezan a
andar de manga corta. Yo creo que todo eso son habladurías: doña Rosa no
hubiera soltado jamás un buen amadeo de plata por nada de este mundo. Ni con
primavera ni sin ella. A doña Rosa lo que le gusta es arrastrar sus arrobas,
sin más ni más, por entre las mesas. Fuma tabaco de noventa, cuando está a
solas, y bebe ojén, buenas copas de ojén, desde que se levanta hasta que se
acuesta. Después tose y sonríe. Cuando está de buenas, se sienta en la cocina, en una banqueta baja, y lee novelas y
folletines, cuanto más sangrientos, mejor: todo alimenta. Entonces le- gasta
bromas a la gente y les cuenta el crimen de la calle de Bordadores o el del
expreso de Andalucía.
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