Como es posible que el simple
lector inglés tenga una idea de la novela distinta de la del autor de esta obra
y espere encontrar aquí un tipo de distracción que no ha de hallar en ella ni
se intentó nunca en las páginas que siguen,
no será ocioso comenzar con unas palabras sobre este género literario que,
según mis noticias, está por explorar en nuestro idioma.
Al igual que el drama, la épica
se divide en trágica y cómica. Homero, el padre de este género poético, nos dejó
modelos de las dos, aunque el segundo se haya perdido; Aristóteles afirma, sin
embargo, que este último tenía con la comedia la misma relación que La Ilíada
con la tragedia. Y quizá no existan otros ejemplos de poema épico cómico en la
antigüedad debido a la desaparición de este importante paradigma que, de
conservarse, hubiera encontrado imitadores, como sucedió con los otros poemas
de aquel gran genio.
Dando un paso más no tendré
inconveniente en afirmar que la distinción entre tragedia y comedia ha de aplicarse
también a la prosa: porque aunque a estas obras les falte el metro, al contener
todas las demás características que Aristóteles enumera como constitutivas del
poema épico -es decir, el argumento, la acción, los personajes, los sentimientos
y el estilo-, resulta razonable incluirlas dentro de ese género. Y ningún crítico
ha considerado necesario clasificarlas bajo otro encabezamiento o asignarles
otro nombre específico.
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