Dos veces única, Elena Poniatowska, p. 57
PICO
Según El Universal, el Delegado
Apostólico del Vaticano, monseñor Ernesto Filippi, vino desde Italia a México a
colocar la primera piedra de la estatua de Cristo Rey en el Cerro del Cubilete.
Aún no hay nada pero los fieles se prosternan frente al enviado de Pío XI.
«Ofrezco la indulgencia plenaria a
todos los que asistan a este acto sagrado”. El presidente Alvaro Obregón se
enoja: «Esto es una falta de respeto a nuestra Constitución y al Estado laico»,
le dice a Aarón Sáenz, y sin más le aplica el artículo 33 que expulsa de México
a los extranjeros indeseables.
El Episcopado Mexicano se
disculpa ante el Vaticano: «Sírvase presentar al Santísimo Padre nuestra pena e
indignación por la arbitraria, injusta y despiadada expulsión del Delegado
Apostólico, monseñor Ernesto Filippi. Lamentamos la ofensa inferida implorando
perdón».
Lupe aplaude al presidente
Obregón: «¡Qué bueno que le enseñemos al mundo cómo somos! Dice Diego que si seguimos al Nigromante
habremos avanzado un siglo».«¡Quién sabe cuál vaya a ser la reacción de la
Virgen de Guadalupe –comenta Carmen Michel-. En México es ella quien manda.
-Pues manda mal-exclama Diego.
-¿Cuántas veces te he dicho que no te metas con ella? -responde Concha-. Aquí todos somos guadalupanos.
-¡Matan y esquilman al primero que se les atraviesa pero son guadalupanos! -respinga Diego.
-Pues manda mal-exclama Diego.
-¿Cuántas veces te he dicho que no te metas con ella? -responde Concha-. Aquí todos somos guadalupanos.
-¡Matan y esquilman al primero que se les atraviesa pero son guadalupanos! -respinga Diego.
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