Raro es que los benefactores de
la humanidad sean personajes divertidos. Ése, por lo menos, es el caso de
América. Si alguien quiere gobernar el país tiene que entretenerlo. En tiempos
de la Guerra Civil la gente se lamentaba de los chistes de Lincoln. Quizá él
considerase que la seriedad estricta era mucho más peligrosa que cualquier
cuchufleta. Los críticos, con todo, decían de él que era frívolo y hasta su
mismo ministro de Defensa lo calificó de simio.
Entre los papanatas e impostores
que formaron los gustos y mentalidades de mi generación, H. L. Mencken se llevó
la palma. Mis compañeros de enseñanza secundaria, lectores del American Mercury, estaban al corriente del
juicio de Scopes cuando Mencken informó acerca del mismo. Mencken estuvo muy
duro con William Jennings Bryan y también con el Bible Belt y el Boobus
Americanus. Clarence Darrow, que defendía a Scopes, representaba la ciencia, la
modernidad y el progreso. Tanto para Darrow como para Mencken, Bryan, el
Creacionista Especial era un redomado abscurdo del Cinturón Agrícola.
No hay comentarios:
Publicar un comentario