FABIO
(Este relato recoge lo que Susana
me contó sobre su locura. También anoto algunas de mis reacciones, en verdad no
muchas. Huelga añadir que su narración fue más caótica)
Acababa de regresar a Madrid, no
existía Internet y tenía que recurrir a los periódicos. Mi deseo se cifraba en
que alguien me lamiera el coño con la regla en un día de luna llena. Así por
las buenas. Creo que el delirio se había escondido ahí, en esa pretensión al
límite y al mismo tiempo diminuta, como tragarse un ciempiés aliñado en la
ensalada. Al principio no pensaba en ello a no ser que tuviera delante un
periódico con su sección de hombres y mujeres conspirando en tres líneas; entonces
me entraba la neura, llamaba e iba de cualquier manera a la cita. Llevaba un
calendario de mis reglas y les pedía que el siguiente encuentro fuera en luna
llena y en mi casa. La mayoría me contestaba con un no nervioso, en absoluto porque
les pareciera una desmesura, sino por haber lanzado yo la propuesta como si
jugase a la ruleta rusa. También por mi rubicundez oronda y mi hablar
deshilachado y unos ojos que lo decían todo en su naufragio vano y terrorífico.
Sé cómo eran mis ojos, medía con la precisión vaporosa de mis cinco sentidos lo
ridículo de mis gestos intoxicados, bobos, atentos por encima de mis
posibilidades. Mi rostro se agitaba por corrientes convulsas, producía
torsiones imprevistas. Todos me miraban con asco, pues además de ser fea y
evidenciar mi locura, mi propuesta no me redimía. No vayas a pensar que me importaba.
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