De Más afuera, de Jonathan
Franzen, p. 181-182
La tristeza infinita. Eso Dave lo
captó como nadie.
Y ahora resulta que este hombre
del Medio Oeste atractivo, brillante, gracioso, con una mujer asombrosa y una
red de apoyo local magnífica y una magnífica carrera y un magnífico empleo en
una magnífica universidad con unos alumnos magníficos, se ha quitado la vida, y
los demás nos quedamos aquí preguntándonos (por citar una frase de La broma infinita):
«A ver, tío, ¿tú de qué vas?
Una buena respuesta, sencilla y
moderna, sería: «Una personalidad encantadora, con talento, fue víctima de un severo
desequilibrio químico en el cerebro. Por un lado, estaba la persona de Dave, y
por el otro, la enfermedad, y ésta mató al hombre igual que podía haberlo
matado el cáncer”. Esta respuesta es más o menos cierta, pero a la vez
insuficiente. Si os quedáis satisfechos con ella, no necesitáis leer los
relatos que Dave escribió, en especial tantos y tantos relatos en los que la
dualidad, la separación entre persona y enfermedad aparece como problema o
directamente es blanco de mofa. Una paradoja obvia es, naturalmente, que el
propio Dave, al final, se dio por satisfecho con esta respuesta sencilla y dejó
de establecer conexión con esos relatos más interesantes que había escrito en
el pasado y podría haber escrito en el futuro. Su tendencia suicida salió
ganando y todo lo demás en el mundo de los vivos pasó a ser intrascendente.
Sin embargo, eso no significa que
no nos queden más relatos significativos por contar. Podría ofreceros diez
versiones distintas de cómo llegó a la noche del 12 de septiembre, algunas muy
sombrías, algunas muy indignantes para mí, y en la mayoría teniendo en cuenta
las numerosas adaptaciones de Dave, como adulto, en respuesta a su intento de suicidio
al final de la adolescencia. Pero en concreto hay un relato no tan sombrío que
me consta que es verdad y que quiero contar ahora, porque ha sido una gran
felicidad, un privilegio y un desafío infinitamente interesante gozar de la amistad
de Dave.
Las personas a quienes les gusta
tener las cosas bajo control pueden pasarlo mal en la intimidad. La intimidad es
anárquica e incompatible por definición con el control. Uno busca tener las
cosas bajo control porque siente miedo, pero hace unos cinco años, Dave, muy perceptiblemente, dejó de sentirlo. En parte
se debió a que había conseguido un empleo bueno y estable en el Pomona College.
Pero en parte sobre todo a que por fin encontró a una mujer adecuada para él,
una mujer que por primera vez le abrió la posibilidad de llevar una vida más
plena y menos rígidamente estructurada.
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