De El loro de Flaubert, de Julian Barnes, p. 102
Esta forma de pensar suele poner
nerviosa a la gente. Pero, ¿no es un buen retrato de lo que ha ocurrido?
Durante los últimos cien años el proletariado ha estado aprendiendo las
pretensiones de la burguesía; mientras que la burguesía, menos segura de su
dominio, se h. ido haciendo más taimada y fraudulenta. ¿Puede llamarse progreso
a esto? Si él quiere ver una moderna nave de los locos, que estudie un
transbordador del Canal de la Mancha, uno de esos días en que van atestados de
gente. Ah! están todos: calculando unos lo que han ganado comprando en las tiendas libres de impuestos;
tomando en el bar más copas de las que tienen ganas de tomar; jugando en las
máquinas tragaperras; paseando aburridos por las cubiertas; decidiendo si van a
ser más o menos honestos en la aduana; esperando a que la tripulación les dé
nuevas órdenes, como si de ello dependiera la travesía del Mar Rojo. No estoy
criticando; me limito a observar; y no
estoy muy seguro de qué pensaría si todo el mundo se apoyara en la barandilla
para admirar el juego de luces que se ve en la superficie de las aguas, y
empezase luego a hablar de Boudin. Ni
soy tampoco diferente, por cierto; hago acopio de artículos en las tiendas
libres de impuestos y espero las órdenes como todos los demás. Lo que quiero
decir es simplemente esto: Flaubert tenía razón.
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