Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

LOS DIOSES ESTABAN SOLOS

De Niños en el tiempo de Eduardo Menéndez salmón, p.119-120
De El Verbo es tímido, se resiste a manifestarse. La intuición en la carta del célebre novelista así lo constata: «Los dioses no estaban ya, y Cristo no estaba todavía, y de Cicerón a Marco Aurelio hubo un momento en que el hombre estuvo solo.» Entre el si1encio de Quienes todo lo  Conocen y la Parusía aplazada, un cuerpo pasa. Los hombres, entre tanto, transcurren entregados al cultivo de los ya saciados tabernáculos. Se cree, cierto, pero sin demasiado empeño, más como una costumbre que como una vocación; se adora, cierto, pero sin demasiada rotundidad, más por deber que por devoción. Los dioses de Troya están agotados. Sus yelmos deshechos apenas son un adorno o un gesto. César, como todo Poder, sabe que no hay mejor modo de negar al dios que afirmándolo por doquier. El Poder, en el fondo, es ateo; él crea su propia escatología, su posibilidad de un inicio y de un fin. Por eso ya a nadie  Conmueve la divinización del hombre. Lo que aturde es la maquinaria imperial, las carnicerías absurdas. 

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