Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

ROMA

De Muerte súbita, de Alvaro Enrigue, p. 40-41
Ya en Sevilla, Quevedo, por mucho más indefenso que Osuna, debe haber intentado convencerlo de que ambos se fueran a la Nueva España, como terminó haciendo el narrador de una novela autobiográfica que escribió poco después sin reconocer nunca su autoría. “Yo”, dice su personaje, «que vi que duraba mucho este negocio y más la fortuna en perseguirme, no de escarmentado –que no soy tan cuerdo-, sino de cansado, como obstinado pecador, determiné de pasarme a Indias a ver si, mudando mundo y tierra, mejoraría mi suerte.»
Ahí podría anudarse el embarco. Es muy probable que fueran al sur de Italia -que formaba parte de la intimidad del imperio sin estar tan a la mano de los alguaciles de Felipe III. El virrey de Nápoles y las dos Sicilias era en ese momento e! duque de Lerma, pariente cercano de Osuna y  protector de la familia de Quevedo. Al final, y eso sí consta en toda clase de documentos, fue la mujer de! Virrey Nápoles, duquesa de Lerma, quien terminó consiguiéndole al joven Francisco un indulto real que le permitió eventualmente graduarse del bachillerato y volver a las aulas para doctorarse en Jurisprudencia y Gramática.
A Osuna ni siquiera hubo necesidad de indultarlo. En los países en que se habla español, nunca le pasa nada a los dueños de grandes apellidos, a menos que se metan con gente de apellidos más grandes que los suyos -no era el caso de los pobres soldados degollados.
Ni el duque ni el poeta eran gente que se quedara quieta: protegidos por el virrey de Nápoles, habrán viajado por Italia. El atractivo de Roma durante el tránsito entre e! siglo XVI y e! XVII era irresistible. Cualquier día, incluido el 4 de octubre de 1599, uno estaría mejor en Roma que en su graduación.

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