De Flores en las grietas de Richard,
Ford, p.25
En la práctica, podría convenirme
presentar un personaje minoritario bajo una luz poco halagüeña, que no
corrobore las mejores posibilidades de la humanidad. Podría hacer que una mujer
reciba un puñetazo en la boca o presentarla como prostituta. Podría decidir
representar a un varón blanco bajo una imagen ridícula o incluso asesinado. Puedo
rebajar a un personaje y enaltecer a otro si pienso que el conjunto lo
justifica, si puedo decirme a mí mismo que esta decisión se compadece con un
propósito elevado, con el descubrimiento
de algo importante. como la conexión, en palabras de James, entre “la felicidad y la desgracia”.
O si puedo responder
afirmativamente a la pregunta: ¿supone alguna diferencia importante en el mundo
el que yo escriba de esta manera? y quizá alguien piense que cualquiera de
estas decisiones hace que mi libro no sea un buen libro. Y si piensa así, lo que
puede hacer es no leerlo. Pero, a menos que yo lo decida. no puede impedirme
que lo escriba.
Tal vez recordéis que en las
noticias de hace un mes se contaba una historia sobre la película Instinto
básico, producto particularmente notorio y fatuo de lascivia cinematográfica. La
película no gustó a los grupos de gays y lesbianas, que la repudiaron
públicamente y amenazaron con cerrar las
salas; ya había habido intentos de impedir el rodaje de esta película cortando
las líneas eléctricas e interrumpiendo la producción. A estos grupos les
ofendió que en el filme lesbianas y bisexuales -a todos los cuales supongo que ellos
representaban- aparecieran como homicidas, cosa que sin duda eran las lesbianas
y bisexuales que aparecían
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