Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

PAUL AUSTER


Cuchillo, Salman Rushdie, p. 170

Fui a visitar a Paul Auster en su casa de Park Slope, en Brooklyn. Qué mal año había tenido: primero la muerte de su nieta y luego la de su hijo. Y ahora el cáncer. Paul había empezado quimioterapia y ya no tenía pelo, él, que siempre había lucido un pelo precioso. Ahora se cubría la cabeza con una gorra. Estaba más delgado. Pero mantenía el buen ánimo. Tenían que darle cuatro dosis de quimio en intervalos de tres semanas, además de inmunoterapia. Confiaban en que así se reduciría el tumor. Después de eso, cuatro o seis semanas para recuperarse de los efectos debilitadores de la quimioterapia, y después, confiaba él, al quirófano. La operación requiriría extirpar dos de los tres lóbulos de uno de los pulmones, Le recordé que el dramaturgo y más tarde presidente checo Václav Havel, también fumador empedernido, acabó con la mitad de un pulmón tras ser intervenido, pero que se las apañó bastante bien así. Paul se echó a reír y dijo que esperaba salir mejor parado. Fue estupendo verle y oírle reír. Me alegró que se mostrara optimista. Pero el cáncer es muy traicionero. Solo puedes cruzar los dedos y esperar que la suerte te acompañe.


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