Madre de corazón atómico, Fernández Mallo, p. 184
Me viene a la cabeza la novela El
guardián entre el centeno, supongo que porque fue publicada ese año, pero
también porque hay en esa foto un aire de la América ingenua y rural que El
guardián entre el centeno se encargaría de demoler. Nunca le vi interés alguno
a esa novela; devaneos de un adolescente problemático que niños de clase media acomodada
estadounidense pronto hicieron propios. Cuando
la leí, en el primer curso de carrera, lo hice inducido por un compañero, que a
su vez indujo a otros. El veredicto fue unánime, El guardián entre el centeno
era lo peor. No obstante, sabedores de la influencia que ese libro había
ejercido y aún ejercía sobre el mundo adolescente cool, siempre que queríamos
señalar,la existencia de algo para nosotros de culto o atractivo, decíamos,
«eso es un guardián entre el centeno». En ese contexto de amigos, el libro
¿Está usted de broma, señor Feynman? era nuestro guardián entre el centeno; el
maxisingle Malos tiempos para la lírica, de Golpes Bajos, era nuestro guardián
entre el centeno; el Curso de física teórica, tomos II y III, de Lev Landau,
era nuestro guardián entre el centeno; Terciopelo azul, de David Lynch, era
nuestro guardián entre el centeno, y El hacedor, de Borges, era mi particular
guardián entre el centeno, un libro que me impactó nada más abrirlo.
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