Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

El guardián entre el centeno


Madre de corazón atómico, Fernández Mallo, p. 184

Me viene a la cabeza la novela El guardián entre el centeno, supongo que porque fue publicada ese año, pero también porque hay en esa foto un aire de la América ingenua y rural que El guardián entre el centeno se encargaría de demoler. Nunca le vi interés alguno a esa novela; devaneos de un adolescente problemático que niños de clase media acomodada estadounidense pronto hicieron propios.  Cuando la leí, en el primer curso de carrera, lo hice inducido por un compañero, que a su vez indujo a otros. El veredicto fue unánime, El guardián entre el centeno era lo peor. No obstante, sabedores de la influencia que ese libro había ejercido y aún ejercía sobre el mundo adolescente cool, siempre que queríamos señalar,la existencia de algo para nosotros de culto o atractivo, decíamos, «eso es un guardián entre el centeno». En ese contexto de amigos, el libro ¿Está usted de broma, señor Feynman? era nuestro guardián entre el centeno; el maxisingle Malos tiempos para la lírica, de Golpes Bajos, era nuestro guardián entre el centeno; el Curso de física teórica, tomos II y III, de Lev Landau, era nuestro guardián entre el centeno; Terciopelo azul, de David Lynch, era nuestro guardián entre el centeno, y El hacedor, de Borges, era mi particular guardián entre el centeno, un libro que me impactó nada más abrirlo.


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