Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

NABOKOVIANA


Madre de corazón atómico, Agustín Fernández Mallo, p. 39

Naturalmente, ni el oso siente venganza, ni la flor deja entrar nada. Se trata de un falso documental, un relato moralizante. Esa clase de reportajes en nada se diferencian de la fábula de los tres cerditos, en la que también los animales y las plantas hablan y piensan y actúan con arreglo al entendimiento humano. A este tipo de cosas me refiero cuando digo que él nunca me contó la fábula de los tres cerditos, ni la de las flores que abren sus pétalos tras conocer las intenciones de los colibríes. Por el contrario, me dio a entender que los propios procesos naturales pueden constituirse en sí mismos en materia de ficción, y esto afecta directamente a la idea que cada uno tiene acerca de la estructura misma de la realidad. La expresión tabla periódica, dicha en aquel ambiente bucólico-natural de mediados de agosto, constituye ya por sí misma una clase de realidad que implica al mundo de las reacciones químicas, las mismas que desde los tiempos de la alquimia nos han llevado una y otra vez al reino de lo fantástico y, no obstante, al de lo radicalmente real: los arándanos que al día siguiente verteríamos en una botella de orujo y cuya reacción química los adultos beberían un año más tarde en alguna sobremesa, o, sin ir más lejos, mis pies dentro de unas reales pero inverosímiles botas de plástico -katiuskas amarillas-, asados en pleno verano. La más radical realidad fantástica ya está ahí, en esos arándanos transformados en licor, en esas katiuskas metamorfoseadas en horno, no hace falta inventarles a las cosas un lirismo que de por sí ya poseen. Pero hay que encontrarlo, educar el ojo para llegar a ver esa parte aparentemente irreal que hay en todo cuanto nos rodea, y después tener la habilidad para contarla. Las malas narraciones cuentan una verdad a medias. Las buenas narraciones cuentan una verdad y media. Es ese plus -ese «y media»- que se superpone a la prosaica y conocida realidad cotidiana el que sin descanso hay que buscar porque forma parte de nuestra vida real. Supongo que todo ello tiene que ver con aquello que decía Nabokov acerca de la ficción,  cuando aseguraba no entender para qué sirve imaginar libros o representar hechos que de alguna manera no hayan ocurrido realmente o pudieran ocurrir. Nabokov, además de escritor, era entomólogo, estudioso de las mariposas.


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