Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

INCIPIT 1.472. SE MIA / RICHARD FORD


FELICIDAD

Últimamente, me ha dado por pensar en la felicidad más que antes. No es una consideración ociosa en ningún momento de la vida, pero ahora que me acerco a mi asignación bíblica estipulada (nací en 1945) ya no es un tema que pueda pasar por alto.

Como soy un presbiteriano histórico (no practicante, no creyente, como la mayoría de los presbiterianos), he pasado tranquilamente por la vida observando una versión de la felicidad que el mismísimo John Knox podría haber aprobado: recorriendo la delgada línea que separa esas dos frases hechas que parecen gemelas: «Lo que no te mata te hace más fuerte» y «La felicidad es lo que no es una lacerante infelicidad». La segunda es más agustiniana, aunque todos esos complejos sistemas te llevan al mismo misterio: «¿Qué hacer ahora?».

Este camino intermedio ha funcionado bastante bien en casi todas las situaciones a las que me ha abocado la vida. Una sucesión gradual de acontecimientos, a veces inadvertida, a través del tiempo, en la que no ha ocurrido nada grandioso, pero tampoco nada insuperable, y en general todo ha ido bastante bien. La dolorosa muerte de mi primer hijo varón (tengo otro). El divorcio (¡dos veces!). He tenido cáncer, mis padres han muerto. También ha muerto mi primera mujer.


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