Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

SILVIA LABAYRU


La llamada, Leila Guerreiro, p. 170

-No lo fue pero lo era para mí. La situación era muy humillante. Entre mujeres siempre parece una cosa suave. Y no. Hay cosas que no te gustan y no te gustan. Además, yo tenía mucho miedo. Porque, como no me llevaba tapada, sabía dónde iba. Y esta violación por parte de su esposa no me atrevía a contarla. No solo eso, sino que me costó mucho entender que ella también era una violadora. Además, en esa época denunciar una violación era objeto de doble condena. En el mundo militante, que las secuestradas denunciáramos las violaciones venía a perjudicar la moral revolucionaria, la imagen de los montoneros. A Sara Solarz de Osatinsky, la esposa de uno de los máximos militantes montoneros, Marcos Osatinsky, que estaba en la que le habían matado a su marido y a sus dos hijos, un ahí adentro la violó durante meses y ella en uno de los juicios lo declaró. Se la querían comer porque había mancillado el nombre de Osatinsky. Entonces estos excompañeritos que militan tanto los derechos humanos prefieren que las violaciones queden impunes antes que este tema tan escabroso salga a la luz. Ellos mismos no las entienden como violaciones. Y nosotros tampoco teníamos tan claro que lo que ocurrió había sido una violación. Se empezaban a cruzar cosas: ¿hasta qué punto me he prostituido? Pero ahí dentro tú no decides nada. En un campo de concentración no hay  consentimiento posible. Te dicen: «Sí, te violaron, fue forzado, pero bueno, a lo mejor te gustó”. Y si me gustó, ¿qué? ¿Es menos violación? No. Es lo mismo. Además, en ese lugar tenías que hacer que no se te notara el miedo, el rechazo. Todo era: «Qué suerte, gracias por violarme, esto me va a hacer bien para mi recuperación».


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