Pasolini, muerte de un poeta, Simona Zecchi, p. 225
Jóvenes enloquecidos, ebrios o neuróticos deambulan por las calles de Catania con el pelo enredado o revuelto, sus siluetas deformadas por pantalones que solo les sientan bien a los americanos: deambulan con un aíre satisfecho y provocador, como si fueran los depositarios de un nuevo conocimiento. En realidad, se conforman con la imitación perfecta del modelo de otra cultura. Han perdido la moral y su arcaica ferocidad se manifiesta informe
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