Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

INCIPIT 961. UNA VUELTA POR MI CARCEL / MARGARITA VOUCENAR


El día y la noche son los viajeros de la eternidad … Los que pilotan una chalana o llevan todos los días su caballo al campo hasta que sucumben de vejez también viajan continuamente. Muchos hombres de tiempos remotos murieron por los caminos. A mí me ha tentado, a mi vez, el viento que desplaza las nubes, y me ha invadido el deseo de viajar también.
Así hablaba, a finales del siglo XVII, el poeta japonés Basho, que caminaba errante por las provincias del norte calzado con sus endebles sandalias de paja (¡cuántas sandalias usadas y abandonadas a orillas del camino en el transcurso de un viaje así!), tocado con el cono de paja que todavía hoy constituye el sombrero de los monjes errantes y de los peregrinos. Visita, de paso, el templo Chílson y su santuario, todo él de oro, poblado de estatuas del mismo metal, ante las cuales, incluso en nuestra época, los peregrinos abren desorbitadamente los ojos, y sueñan con los esplendores de la Tierra Pura. Las minas de la región habían alimentado los lejanos esplendores de los Fujiwara; agotadas desde hacía siglos, su espejismo aún obsesionaba a Cristóbal Colón, y entre ellas la de Cipango (es decir, Japón) era uno de los objetivos que él creyó primero encontrar en el mar Caribe. Sólo se equivocaba de océano.

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