Sólo amigos, Richard Ford (Granta 7)
Pero claro, ¿quién puede decir
que no se ha avergonzado alguna vez de su propia falsedad? No hace falta ser
novelista para que ocurra. Basta con estar vivo. En algún momento posterior (me
gustaría decir, por fin) unas cuantas almas perseverantes consiguen atravesar
la tormenta de mis defectos personales y me encuentran más o menos aceptable. Aunque
nunca sin haber tomado conciencia de cómo es en realidad la persona con quien
han entablado amistad.
Aparte de eso, tiendo a ser duro
con los pocos amigos que poseo. No me irrito con facilidad, pero sí tengo mal
carácter y acostumbro a ofenderme, cosa que siempre lleva a primar a uno mismo
a expensas de los demás. Cuando me enfado puedo ser muy pero que muy franco,
algo que no complace a muchas personas (¿y quién podría culparlas?). En
ocasiones tiro por la borda alguna amistad sin previo aviso y sin comunicárselo
al otro, pero nunca (según mi punto de vista)
sin motivo; aunque los motivos varíen desde la perfidia manifiesta hasta la
mera lasitud ante lo que parecen ser los requisitos bastante laxos de la
amistad. La lista de mis ex amigos no es larga, pero me resulta alentador saber
que por lo menos valoro lo suficiente el concepto de la amistad para dejar
atrás a ciertos amigos. Cuando busco las razones para la falta de firmeza de
mis amistades, estoy seguro de que el culpable soy yo. En mi experiencia, la naturaleza
siempre vence a la educación. Y, de todos modos, es posible que no me criara
con lo que podrian considerarse “modelos sólidos” de amistades duraderas. Tengo
amigos de los viejos tiempos. Pero de nuevo, no demasiados. Mis padres conocían
a gente a la que solían llamar “amigos”. Pero lo único que les vi hacer con esa
gente era cenar juntos y beber unas copas. Y a menudo no decían cosas muy
agradables de «sus amigos» ... Como si en realidad esas personas no fuesen en
absoluto amigas. Y ya puestos, ni mi madre ni mi padre (sólo estábamos nosotros
tres) eran demasiado amigos de sus respectivas familias, ni propias ni
políticas. A mi madre no le caía bien ni la madre de mi padre ni su propia
madre ni su padrastro. A mi padre (cuyo padre se había suicidado) no le caía
bien el marido de su hermana. Bueno, a casi nadie le caía bien. Y así suma y
sigue.
No hay comentarios:
Publicar un comentario