Impón tu suerte, Vila-Matas, p. 100
La inteligencia de Renard
Escribir es una forma de hablar
sin que te interrumpan pero es, además, una actividad más complicada incluso de
lo que parece porque, como decía Jules Renard, uno tiene que estar todo el rato
demostrando su talento a gente que carece de él. La verdad es que, para las
citas literarias, Renard siempre ha sido una verdadera mina. Véase esta elegida
al azar: “El hombre verdaderamente libre es el que sabe rechazar una invitación
a cenar sin dar excusas”. Cuando Dorothy Parker dijo aquello de que cada vez
que se le ocurría una frase magnífica sospechaba que Oscar Wilde ya la habría
escrito, cometió la ligereza de olvidarse de Jules Renard. “Aunque no habla, se
sabe que piensa tonterías”. Esta cita de Renard nos puede servir siempre para
desenmascarar a toda esa multitud de ágrafos y otros mudos interesantes que
corren por el mundo. “Los editores son muy amables cuando uno no publica en su
editorial”. Los estallidos de lucidez que Renard desperdigó a lo largo de su
Diario -donde exhibe maestría en el apunte rápido, siempre buscando “la frase
que vibra, corta como un alambre demasiado tenso”- fueron a parar
grotescamente, a mediados del siglo pasado, a los almanaques y los calendarios
de cocina de media Europa. Era un destino más bien lamentable para la prosa de
este admirable artista, escritor sobrado de talento (“Cuando me dicen que tengo
talento, no hace falta que lo repitan: lo entiendo a la primera” que no
esquivaba la mirada crítica sobre sí mismo. Podía ser despiadado con los demás
porque él lo era consigo mismo.
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