Impón tu suerte, Vila-Matas, p. 148
Tal vez Borges sea el prototipo
máximo del narrador que aspira a acceder un día al “fascinante conjunto”. Al
contrario de los escritores “muy serios” de su época (Mann, por ejemplo),
Borges incluía más que excluía, y así, al tiempo que nos sugería asomarnos al
difícil Schopenhauer o recuperaba a Schwob, nos invitaba a de todos modos no
desdeñar las vulgares enciclopedias ... El tribunal del tiempo no solo ha
premiado su acogedora actitud hacia las escrituras ajenas, sino que ha
sancionado la sordidez de Valéry y demás ingenieros finos de la racanería.
Es más, si en su momento Valéry
pudo parecer un contemporáneo y Borges un anacrónico, en la actualidad Valéry
tiene un aire prehistórico y a Borges en cambio le percibimos como habitante
del futuro: no en vano su obra aconseja el viaje al universo (que otros llaman
la biblioteca), las conexiones magnánimas con la inteligencia ajena, la
consulta de otros mundos narrativos y otros ámbitos, el diálogo con ellos. Es
probable que este sea el mejor método para aspirar al “fascinante conjunto”.
Para aspirar a que, en una sorprendente tarde de los días del porvenir, culminando
tantos esfuerzos de siglos, un escritor concluya la gran aventura universal de
la generosidad lectora y pase de repente a contárnoslo todo -han oído bien:
todo-, desde el comienzo hasta el final, incluido el verdadero destino de
Borges y el nuestro.
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