LA CASA DE MONROY
La señora Monroy, doña Paz
Avendaño, andaba aquella mañana de domingo por el comedor de su casa, más
inquieta y bulliciosa que de ordinario. Murmuraba, hablaba sola y cambiaba los
muebles de un sitio a otro con el exclusivo objeto de hacer el mayor ruido
posible.
Su hija Laura estudiaba en un
cuarto próximo. Se había dado cuenta de que algo le pasaba a su madre, quien cuando
le entraba la inquietud no dejaba parar ni a su sombra.
Doña Paz hizo varias tentativas
para ir a hablar a su hija y al fin se decidió y entró en el cuarto.
-¿Qué pasa? -preguntó Laura, que
tenia dos o tres libros encima de la mesa, uno de ellos de cirugía con láminas en
color.
-Ayer no creo que te dije que nos
han mandado un del Banco Hipotecario. Parece que ya tenemos allí recíBos sin
pagar.
-¿Tres recibos?
-Sí.
-¿Y se lo has dicho a Luis?
-Sí.
-¿Y qué ha contestado?
-Ha contestado que eso no tiene
mayor importancia.
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