Tiempo de tormentas, Boris Izaguirre, p. 441
La reacción del Gobierno ante el
empuje de nuestro No A La Guerra fue intensa. La palabra «telebasura"
empezó a asociarse, casi en exclusiva, a nosotros. Uno de los suplementos
dominicales publicó una portada donde Javier y yo salíamos dentro de unos
bidones de basura maloliente. El lunes Javier llamó a la dirección de ese
suplemento para recordarles que parte de la propiedad de la publicación era del
mismo grupo en que también participaba la cadena donde se emitía ese programa
que llamaban «telebasura". En la noche les explicó esta circunstancia a
los espectadores del programa y les preguntó si ellos nos consideraban basura y
si ellos mismos se considerarían espectadores de telebasura. Entre gritos de No
A La Guerra afirmaron que nos querían. Y defendían. Javier aprovechó para
enumerar las páginas de anuncios calificados dedicados al comercio sexual del
periódico que editaba el suplemento.
Fuimos a la guerra y al tercer
día de combate mataron a uno de los periodistas de la cadena. El debate fue
intenso. Mucho de lo que no salía en la prensa ni se escuchaba en la radio
crecía y se vociferaba en Crónicas Marcianas. Nuestros ratings subían a niveles
inauditos, 58 % de audiencia en nuestra franja horaria, que, siendo muy
nocturna, más allá de la medianoche, indicaba que mucha gente se quedaba
despierta para ver no solo lo que hacíamos, sino cómo íbamos a seguir
sosteniendo el pulso contra el poder, contra el establishment nacional, contra
el propio presidente del Gobierno. El mismo presidente habló de la telebasura en
el Parlamento y en el programa invitarnos a dos vedettes autoras del hit
musical del verano que, tras su alocada actuación, le pidieron al presidente,
con vocecitas felinas, que no las llamara telebasura, que ellas habían votado
por él y no olían mal y que viniera él mismo a comprobarlo. Al día siguiente la
gerencia de la cadena llamó a Javier. Yo sobraba aliado de las chicas, vestido
corno ellas, manifestaron subiendo el tono de voz, corno si mi presencia fuera
la gota que colmaba el vaso. Esa noche las volvimos a invitar. Volvieron a
reclamarle al presidente que no olían mal y reiteraron la invitación para
conocerlas. Y yo terminé desnudándome junto
a ellas en una nueva actuación musical.
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