Todo cuanto amé, Siri Hustvedt, p. 156
Por medio de Matt recobré mis
propios días de aprensión y secretismo. Recordé aquel cálido fluido que se
derramaba sobre mis muslos y mi vientre y se enfriaba inmediatamente después
del sueño, los rollos de papel higiénico que escondía bajo la cama para las
sesiones vespertinas de masturbación, y mis viajes clandestinos al cuarto de
baño para arrojar los pringosos amasijos por el retrete, siempre de puntillas y
conteniendo la respiración, como si aquellas efusiones de mi propio cuerpo
fueran objetos robados. El tiempo ha convertido mi joven cuerpo en una especie
de chiste, pero en aquella época no tenía nada de gracioso. Recuerdo cómo
acariciaba los tres cabellos que de la noche a la mañana me brotaron en el
pubis y cómo examinaba mis axilas todas las mañanas en busca de presagios de nuevos
brotes pilosos. Me estremecía de excitación para a continuación encerrarme en
la dolorosa soledad que subyacía bajo mi piel aún tierna
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