I. Artigue
Una mañana de enero de 1539, se
celebró una boda en el pueblo de Artigue. Esa noche, los dos niños que se
habían desposado yacían el uno al lado del otro en la cama, en casa del padre
del novio. Se trataba de Bertrande de Rols, de once años, y de Martin Guerre,
de la misma edad, descendientes ambos de pudientes familias campesinas tan
antiguas, tan feudales y tan orgullosas como cualquiera de las grandes casas señoriales
de la Gascuña. Hacía frío en la habitación. Fuera, una fina capa de nieve
cubría el suelo rocoso, o apilada en largos bancos poco profundos en las
esquinas de las casas, dejaba la tierra desnuda. Pero a mayor altitud se
extendía hacia arriba formando grandes mantos y dunas, cubriendo las crestas y
ahogando los valles boscosos hacia el pico de La Bacanere y el largo macizo de
Burat, y hacia el sur, más allá del largo valle de Luchon, el pico granítico de
la Maladeta se alzaba revestido de hielo y nieve. Los pasos hacia España
estaban enterrados en la blancura
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