4 3 2 1 de Paul Auster, p. 296
Esto fue lo que ocurrió. Primero:
Todos los presentes estaban sentados o de pie en el salón, comiendo y bebiendo,
manteniendo conversaciones cruzadas entre parejas y grupos. Ferguson vio a Jim
de pie en un rincón junto a la ventana delantera hablando con su padre, se
abrió paso hasta aquel rincón y le pregunto a Jim si podía hablar con él a
solas. Jim dijo que sí y ambos recorrieron el pasillo Y pasaron a la habitación
de Ferguson, donde, sin más preámbulos ni previo aviso de ninguna especie, Ferguson lo
rodeó con
los brazos Y le dijo que lo quería, que lo quería más que a nada, en
el mundo, lo quería tanto que estaría dispuesto a dar la vida por él, y antes
de que pudiera reaccionar, Ferguson, que ahora medía uno ochenta y dos, cubrió
de numerosos besos el rostro de Jim, que tenía una estatura de un metro ochenta
y cuatro. El bueno de Jim no se enfadó ni se escandalizó. Supuso que Ferguson
estaba borracho o gravemente alterado, de modo que envolvió en sus brazos a su
primo más joven, lo apretó en un largo y ferviente abrazo y dijo: Yo también te
quiero, Archie. Somos amigos para toda
la vida. Segundo: Media hora después, todos los presentes seguían de pie o
sentados en el salón, comiendo y bebiendo, manteniendo conversaciones cruzadas
entre parejas y grupos. Ferguson vio a Amy de pie en un rincón junto a la ventana
delantera hablando con su prima Ella, se abrió paso hasta allí y preguntó a Amy
si podía hablar un momento con ella a solas. Amy dijo que sí y ambos
recorrieron el pasillo y pasaron a la habitación de Ferguson, donde, sin más
preámbulos m previo aviso de ninguna
especie, Ferguson echó los brazos en torno a Amy Y le dijo que la quería, que
la quería más que a nada en el mundo, la quería tanto que estaría dispuesto a
dar la vida por ella, y antes de que Amy pudiera reaccionar, Ferguson la besó en
los labios, y Amy, que ya conocía la boca de Ferguson por los muchos besos que
le había dado en los pasados días de su aventura pubescente, abrió la suya y
dejó que Ferguson le lanzara la lengua en picado, y al poco Amy abrazó a su
primo y ambos se desplomaron en la cama, donde metió la mano bajo la falda y
empezó a subírsela entre las piernas enfundadas en medias mientras Amy hurgaba
en los pantalones de Ferguson y le cogía el pene endurecido, y cuando se
hubieron satisfecho mutuamente Amy sonrió a Ferguson y dijo: Qué bien ha estado
esto, Archie. Lo necesitábamos desde hacía mucho.
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