Tan lejos, tan cerca, JS Foer, p. 121.122
El único animal
Leí el primer capítulo de Una
breve historia del tiempo cuando papá todavía estaba vivo, y para mí supuso un mal
rollo increíble comprender lo relativamente insignificante que es la vida y
que, comparada con el universo y con el tiempo, mi existencia no importaba lo
más mínimo. Aquella noche, cuando papá me acostaba y hablábamos del libro, le
pedí si podía encontrar una solución a ese problema. «¿Qué problema?» “El
problema de lo relativamente insignificantes que somos.» «Bueno --dijo él-,
¿qué pasaría si un avión te dejara caer en medio del desierto del Sáhara y tú
cogieras un grano de arena con unas tenazas y lo desplazaras un milímetro?»
«Supongo que moriría deshidratado.» «No, quiero decir en ese momento, cuando cambiaras
de lugar aquel único grano de arena. ¿Qué implicaría? » «No sé --dije-, ¿qué?»
«Piénsalo», dijo él. Lo pensé. «Supongo que habría movido un grano de arena.»
«Lo que significaría que habrías
cambiado el Sáhara.»«¿Y qué?»«¿Y qué? El Sáhara es un desierto inmenso, que ha
existido durante millones de años. ¡Y tú lo has cambiado!» «¡Es verdad!», dije,
incorporándome en la cama. «i He cambiado el Sáhara!»«¿ Y eso qué significa?»,
dijo él. «¿Qué? Dímelo.» «Bueno, no me refiero a pintar la Mona Lisa o a curar el
cáncer. Solo hablo de desplazar un milímetro un grano de arena.» «¿Sí?» «Si no
lo hubieras hecho, la historia de la humanidad habría seguido un camino ... »
«Ajá.» «Pero lo hiciste, así que ... » Me levanté sobre la cama, señalando las
falsas estrellas, y grité: «¡He cambiado el curso de la historia!». “Exacto.»
«¡He cambiado el universo!» «Así es.» «¡Soy Dios!» «Eres ateo.» «¡No existo!»
Me desplomé en la cama, entre sus brazos, y nos reímos juntos.
Fue más o menos así como decidí
que encontraría a todas las personas de Nueva York apellidadas Black. Aunque se
tratara de algo relativamente insignificante, al menos era algo, y necesitaba hacer
algo, como lo que he oído de los tiburones, que se mueren si no nadan.