Los caprichos de la suerte, Pío Baroja, p. 162
Ahora puede suceder que este pobre
ideal mediocre no se pueda alcanzar y se repita en la sociedad la historia del
anillo de Polícrates.
-No sé cuál es --dijo Evans.
-Yo tampoco -repitió Escalan te.
-Polícrates era un tirano griego
de Samos, de cinco siglos antes de Jesucristo, que había gozado durante más de
cuarenta años de una prosperidad absurda. Temiendo que esta suerte tan larga y
tan completa no fuera el preludio de una desgracia, sacó de su dedo un anillo
de oro con una esmeralda magnífica que estimaba mucho y lo tiró desde el alto
de una torre al mar. Era una ofrenda a una divinidad, a la diosa Fortuna.
-¿Y esto le dio resultado?
-No, no le dio resultado, porque
la diosa Fortuna, muy caprichosa, no aceptó este sacrificio e hizo que el
anillo se lo tragara un pez, y este pez se lo sirvieran a la mesa a Polícrates
quien, al ver de nuevo el anillo, se echó a temblar. Poco después los éxitos
militares de Polícrates cesaron y en la guerra que tuvo contra el rey de
Persia, Darío, las tropas de este, al mando de Orestes, hicieron prisionero a
Polícrates, lo crucificaron y allí murió.
-La mala sangre es muy general en
el mundo –dijo Escalante- y cuando es interesada, todavía se puede perdonar, pero
muchas veces no es interesada, es puramente gratuita.
No hay comentarios:
Publicar un comentario