La Zona de interés, Martin Amis, p 90
Y ahora tenía ante mí otra carca;
estaba tomando un café sintético en el despacho de Frithuric Burckl, en
Buna-Werke. “Estimado señor”, empezaba. El remitente era el jefe de personal de
Bayer, la compañía farmacéutica (subsidiaria de IG Farben), y el destinatario,
Paul Doll.
El transporte de 150 mujeres se
realizó de forma correcta y llegaron en buenas condiciones. Sin embargo, nos
fue imposible obtener resultados concluyentes ya que todas ellas murieron
durante los experimentos. Volvemos a solicitar que sean tan amables de
enviarnos otro grupo de mujeres de la misma cantidad y el mismo precio.
Levanté la cabeza y dije:
-¿A cuánto están las mujeres?
-A ciento setenta Reichsmark cada
una. Doll quería doscientos, pero la Bayer le ha regateado hasta los ciento
setenta.
-¿Y con qué está experimentando
la Bayer?
-Con un nuevo anestésico. Se les
fue un poco la mano. Está claro. -Burckl se echó hacia atrás y cruzó los brazos
(el pelo tonsurado, las gafas de montura gruesa)-. Le he enseñado esto porque creo
que es indicativo. Indicativo de una actitud equivocada.
-¿Equivocada, señor Burckl?
-Sí, equivocada, señor Thomsen.
¿Murieron las mujeres al mismo tiempo? ¿Se les administró a todas la misma
dosis? Es la explicación menos idiota. ¿Murieron por grupos? ¿Murieron una por
una? La cuestión es que la Bayer estaba repitiendo sus errores.
Y eso es lo que estamos haciendo
también nosotros.
- ¿Qué errores?
-Veamos. Ayer iba yo por el patio
y una cuadrilla arrastraba una masa de cables hacia la subestación. Con paso
presto, dando traspiés, como de costumbre. Y uno de los hombres se desplomó.
No dejó caer nada ni rompió nada.
Se cayó al suelo, sin más. Así que el Kapo empezó a golpearle con saña con la
porra. Entonces intervino un británico del Stalag. En un abrir y cerrar de ojos
se vió envuelto en el alboroto uno de los suboficiales. ¿Resultado? El prisionero
de guerra perdió un ojo, el Haftling recibió un tiro en la cabeza y el Kapo
acabó con la mandíbula rota. Y se tardaron otras dos horas en llevar los cables
a la subestación.
-¿Qué sugiere, entonces?
- Tratar la fuerza de trabajo
como algo desechable, señor Thomsen, es tremendamente contraproducente. ¡Santo
Dios, esos Kapos!
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