La Zona de Interés, Martin Amis, p. 71
Contemplé el gran campo sin la
más mínima traza de falso sentimentalismo. Valga repetir que soy un hombre
normal con sentimientos normales. Cuando me tienta la debilidad humana, sin
embargo, sencillamente pienso en Alemania, y en la confianza depositada en mí
por su Libertador, cuya visión, cuyos ideales y aspiraciones comparto de forma
inquebrantable. Ser amable con los judíos es ser cruel con los alemanes. El “bien
y el mal”, lo “bueno y lo malo” son conceptos que tuvieron su momento, y que
han pasado a la historia. En el nuevo orden, algunos actos tienen resultados
positivos y algunos actos tienen resultados negativos. Y eso es todo.
-Komrnandant -dijo Prüfer, con
uno de sus ceños responsables-, Blobel, en Culenhof, trató de volarlas.
Me volví y lo miré, y dije a
través del pañuelo (todos teníamos el pañuelo en la boca):
- ¿Volarlos para qué?
-Ya sabe. Para librarse de ellos
de esa forma. Pero no funcionó, Komrnandant.
-Bien, yo podría haberle dicho
que no iba a funcionar antes de que lo hiciera. ¿Desde cuándo volar las cosas
las hace desaparecer?
-Eso es lo que pensé yo después
del intento fallido. Fueron a parar a todas partes. Había trocitos colgando de
los árboles.
-¿Y qué hicieron? -preguntó
Erkel.
-Recogimos los trozos que
teníamos al alcance. Los de las ramas bajas.
-¿Y qué pasó con los de más
arriba? -preguntó Stroop.
-Los dejarnos donde estaban -dijo
Prüfer.
Miré hacia la extensa superficie
que ondulaba como una laguna en el cambio de marea, una superficie salpicada de
géiseres que lanzaban chorros y eructaban. De cuando en cuando se veían trozos
de hierba brincando y dando volteretas en el aire. Le grité a Szmul.
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