De Sumisión de Houllebecq, p. 214-215
Con grandes carcajadas, las dos
muchachas árabes se habían concentrado en el juego de las siete diferencias de Picsou
Magazine. Alzando la vista de su hoja de cálculco el hombre de negocios les
dirigió una sonrisa de doloroso reproche. Le devolvieron la sonrisa y siguieron
en modo de susurro excitado. Tomó de nuevo el móvil y entabló otra
conversación, tan larga y confidencial como la primera. En un régimen islámico,
las mujeres -o por lo menos las que eran suficientemente guapas como para despertar
el deseo de un esposo rico- tenían en el fondo la posibilidad de seguir siendo niñas
prácticamente toda su vida. Poco después de dejar atrás la infancia ellas misma
se convertían en madres y se sumergían de nuevo en el universo infantil. Sus hijos crecían, luego se
convertían en abuelas, y así pasaba su vida. Sólo había unos años en los que
compraban lencería sexy y cambiaban los juegos infantiles por juegos sexuales,
lo que en el fondo venía a ser más o menos lo mismo. Evidentemente perdían
autonomía, pero fuck autonomy, por mi parte estaba obligado a reconocer que
había renunciado con facilidad, e incluso con verdadero alivio, a cualquier
responsabilidad de orden profesional o intelectual, y que no envidiaba para nada
a aquel hombre de negocios, sentado al otro lado del pasillo de nuestro
compartimento de TGV Pro Premiere, cuya tez se volvía macilenta de angustia a
medida que proseguía la conversación telefónica, visiblemente las cosas iban
mal: en ese instante, el tren acababa de dejar atrás la estación de Saint-Pierre-des-Corps.
Por lo menos tenía la compensación de dos esposas graciosas y encantadoras para
distraerle de sus quebraderos de cabeza de hombre de negocios agotado, y quizá
tuviera una o dos más en París, me parecía recordar que el número máximo de
esposas era cuatro, según la sharia. Mi padre había tenido... a mi madre, esa
puta neurótica. Me estremecí ante esa idea. Al fin y al cabo ahora estaba
muerta, los dos estaban muertos; yo era el único testimonio vivo -aunque un
poco fatigado en esos últimos tiempos- de su amor.
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