«Nos pasamos la vida entera
acercándonos y tomando distancias, en un vaivén continuo, respecto a uno mismo,
a nuestros amores, a cosas menos importantes”, pensó Ginebra mientras esperaba
que la clienta saliera del probador. «Un movimiento que se repite idéntico,
primero una carrera hacia delante, a toda velocidad -siempre es a toda
velocidad-, el vértigo, la cúspide de intensidad, y luego la marcha atrás, cuando
la luz se ha apagado o la estamos apagando
nosotros o la ha apagado otro dejándonos a oscuras; cuando aquello que nos
parecía único, importantísimo, excepcional, pasa a ser un capítulo más de
nuestra vida, algo, por otra parte, que le ha pasado a casi todo el mundo -
esto le ha pasado a todo el mundo, no te preocupes-, que ha sido narrado en multitud
de novelas y de películas, unos sentimientos que podemos considerar sin que nos
importen demasiado, mirar de lejos, sentimientos en ocasiones ya apenas
recordados. Tal vez persistan más los hechos, las frases, y uno empiece a
olvidar lo que sintió -el vértigo, la puñalada, el sol inundando la habitación
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