FABRICACION CASERA
Parece que lo estoy viendo, nuestro cuarto de baño,
demasiado estrecho, demasiada luz, y Connie, con una toalla sobre los hombros, llorando sentada al borde de la bañera
mientras yo lleno el lavabo de agua caliente y silbo --de excelente humor “Teddy Bear” de Elvis Presley, lo recuerdo,
nunca me fue difícil recordar, pelusa de la colcha acanalada arremolinándose sobre
la superficie del agua, pero sólo últimamente me he dado plena cuenta de que si
éste fue el final de un determinado episodio, suponiendo que los episodios de
la vida real tengan algún final, Raymond llenó, por así decirlo, el comienzo y
la mitad; y si en los asuntos humanos no hay episodios, habría que insistir en que
esta historia es sobre Raymond y no sobre la virginidad, el coito, el incesto y
la masturbación. Empezaré pues, por deciros que, debido a razones que no se
Aclararán hasta mucho más adelante -habreis de ser pacientes- tiene gracia que
fuera precisamente Raymond quien quisiera alertarme sobre mi virginidad. Raymond
se me acercó un día en el Parque de Finsbury y, conduciéndome hasta unos
arbustos, se puso a doblar y reenderezar misteriosamente un dedo delante de mis
narices, sin dejar de mirarme fijamente, Yo le miré, inexpresivo, tras lo cual
doblé y estiré a mi vez el dedo y supe que estaba haciendo lo adecuado, porque
Raymond sonrió abiertamente.
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