Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

INCIPIT 477. AMOR PERDURABLE / IAN McEWAN

El principio es fácil de señalar. Estábamos al sol junto a un roble, parcialmente protegidos de un viento fuerte, racheado. Yo estaba arrodillado en la hierba con un sacacorchos en la mano y Clarissa me pasaba el vino, un Daumas Gassac de 1987. Aquél fue el momento, la marca en el mapa del tiempo: yo tenía el brazo extendido y, en cuanto sentí en la mano el cuello frío de la botella y su negra cápsula, oímos el grito de un hombre. Nos volvimos a mirar al campo y  vimos el peligro. Un instante después, corría en su dirección. Fue una transformación absoluta: no recuerdo el momento de soltar el sacacorchos, ni de ponerme en pie, ni de tomar una decisión ni oír la advertencia que Clarissa gritó a mis espaldas. Qué idiotez, entrar corriendo en esta historia y sus laberintos, alejarse a toda prisa de nuestra felicidad entre la fresca hierba de primavera junto al roble. Volvió a oírse el mismo grito, y el de un niño, debilitados por el viento que rugía en los altos árboles a lo largo de los setos. Aceleré el ritmo. Y entonces, de pronto, desde diferentes puntos del campo, otros cuatro hombres convergieron en la escena, corriendo como yo.

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