De Suave es la noche de FS Fitzgerald, P.431-432
El único factor que daba algún
sentido a ese periodo eran los niños. El interés de Dick por ellos aumentaba
conforme se hacían mayores, y ya tenían once y nueve años. Se las había
arreglado para llegar hasta sus hijos saleándose a la gente que contrataba para
que se ocupara de ellos, pues seguía el principio de que tanto en forzar a los
niños a que hicieran cosas como el temor a forzarles no podían sustituir
adecuadamente a la observación paciente y atenta y la comprobación, balance y evaluación de las
cuentas rendidas, de forma que nunca descendieran por debajo de un cierto nivel
en lo que concernía a sus obligaciones. Llegó a conocerlos mucho mejor que
Nicole y, con la ayuda de los vinos de varios países, que le ponían de muy buen
humor, hablaba y jugaba con ellos largo
rato. Poseían ese encanto melancólico, casi triste, de los niños que aprenden
muy pronto a no llorar o reír con total espontaneidad; no parecía que nada en
general les produjera gran emoción y parecían aceptar la simple disciplina a la
que estaban sujetos y los simples placeres que les estaban permitidos. Habían
sido educados para no exteriorizar demasiado
sus sentimientos, según el criterio que, de acuerdo con la experiencia de las
familias tradicionales del mundo occidental, parecía aconsejable. Dick, por
ejemplo, era de la opinión de que lo que más desarrollaba el sentido de la observación
era el silencio impuesto.
Lanier era un niño desconcertante
con una curiosidad inhumana. “¿Y cuántos perros de Pomerania harían falta para vencer
a un león, papá?”, era uno de los tipos de pregunta con que solía acosar a Dick. Topsy era menos
complicada. Tenía nueve años y era muy rubia y tan exquisita de rasgos y figura
como Nicole, lo que al principio no había dejado de preocupar a Dick.
Últimamente se había vuelto tan robusta como cualquier otra niña
norteamericana. Estaba satisfecho con ambos, pero sólo se lo hacía saber de
manera tácita. Nunca dejaba de
castigarlos cuando no se comportaban como debían. «Si uno no aprende en su
propia casa a comportarse como es debido -decía Dick- lo tiene que aprender
luego en la vida a base de latigazos y es demasiado doloroso. ¿Qué me importa que
Topsy "me adore" o no? No la estoy educando para que sea mi esposa».
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