Te quiero más que a la salvación de mi alma
INCIPIT 395. LA INVENCION DE MOREL / BIOY CASARES
LA ACRACIA
Del Informe sobre ciegos de Ernesto Sabato, p.312 (Seix-Barral)
(En la foto el entierro de Durruti)
[…] siempre albergaba en su
piecita a uno de esos vividores que suelen encontrarse en el ambiente
anarquista, y aunque era incapaz de matar a una mosca había pasado la mayor
parte de su existencia en las cárceles de España y de la Argentina. Iglesias,
un poco como Norma Pugliese, imaginaba que todos los males de la humanidad iban
a resolverse con una mezcla de Ciencia y de Mutuo Conocimiento. Había que
luchar contra las Fuerzas Oscuras que se ponían, desde siglos, al triunfo de la Verdad.
Pero el Progreso de las Ideas era incesante y tarde o temprano el Amanecer era inevitable. Mientras
tanto, había que luchar contra las
fuerzas organizadas del Estado, había que denunciar la Impostura Clerical,
había que mirar el Ejército y promover la Educación Popular. Se fundaban
bibliotecas en que no sólo se encontraban las obras de Bakunin o Kropotkin sino
las novelas de Zola y volúmenes de Spcncer y Darwin, ya que hasta la teoría de
la evolución les parecía subversiva, y un extraño vínculo unía la historia de
los Peces y Marsupiales con d Triunfo de las Nuevas Ideas. Tampoco faltaba la
Energitica, de Ostwald, esa especie de biblia termodinámica en que Dios
aparecía sustituido por un ente laico, pero
también inexplicable, llamado Energía, que, como su predecesor, lo explicaba y
podía todo, con la ventaja de estar relacionado con el Progreso y la
Locomotora. Hombres y mujeres que se
encontraban en estas bibliotecas se unían luego en libre matrimonio y engendraban
hijos a los que llamaban Luz, Libertad, Nueva Era o Giordano Bruno. Hijos que
la mayor parte de las veces, en virtud de ese mecanismo que lanzan los hijos
contra los padres, o, en otras, simplemente, merced a la complicada y
generalmente dialéctica Marcha del Tiempo, se convertían en meros burgueses, en rompehuelgas
y hasta en feroces persecutores del movimiento,
como en el caso del renombrado comisario Giordano Bruno Trenti.
DEL RINOCERONTISMO
De Una vida absolutamente maravillosa de E Vila-Matas, p.336-337
De niño, solía confundir los rinocerontes con
los hipopótamos, lo que sacaba de quicio a mi padre, que no se cansaba de decirme
que los rinocerontes eran más interesantes, aunque ya sólo fuera porque en el
siglo XVI habían tenido el honor de ser dibujados por Durero.
¿Quién era Durero? Este misterio
cruzó mi infancia y lo atravesó junto a otro enigma, no menos grande: la
extraña actitud de mi padre, cuya obstinación por lograr que distinguiera entre
rinocerontes e hipopótamos --como si eso fuera a ayudarme de forma fundamental
en la vida-le empujó en el invierno de 1961 a llevarme no sé cuantas veces a
ver Al oeste de Zanzíbar, película con muchos rinocerontes, aunque también con
hipopótamos. Pero mi padre no sé cómo lograba que yo viera sólo rinocerontes.
Hoy sospecho que su obstinación -aparte de buscar que, tarde o temprano, como
un niño digamos normal, terminara enloqueciendo con esos paquidermos de aterrador
cuerno--pudo estar relacionada con el viaje mítico y liberador que por esas
mismas fechas él hizo a París. En esa ciudad, alejado por unos días del sórdido
clima moral de la dictadura, vio El rinoceronte, una obra de teatro de Ionesco
en la que en el programa de mano --que no por nada heredé recientemente por
decisión explícita suya-se advertía que, al convertirse las ideologías en
idolatrías, se perjudica siempre la convivencia,
pues "Un rinoceronte no puede entenderse con aquel que no lo es, un sectario
con aquel que no pertenece a su secta ..." .
Ni que decir tiiene que, desde que
heredara aquel sabio programa de mano, sigo a rajatabla las silenciosas
lecciones que entiendo quiso darme mi padre al ponerme en guardia contra e! riocerontismo,
el mal de la barbarie moderna que denunciara Ionesco y que hoy está de tanta o
más actualidad que entonces
LA REALIDAD
De En cuerpo y en lo
otro de DFWallace, p.81
LA PLENITUD VACÍA: LA AMANTE DE WITTGENSTEIN, DE DAVID MARKSON
Pero ¿qué otro filósofo ha encontrado el antídoto a la
ilusión en esa humildad particular y repetida que entraña recordar y rastrear
los usos de palabras humildes, buscando filosóficamente, por así decirlo, debajo de
nuestros pies en lugar de por encima de nuestra cabeza? ( Stanley Cavell)
En la ventana de la casa del cuadro no hay nadie, por
cierto.
Acabo de llegar a la conclusión de que lo que yo creía que era
una persona es una sombra.
Si no es una sombra, tal vez sea una cortina.
De hecho, en realidad puede que no sea nada más que un intento
de sugerir profundidad dentro de la sala.
Aunque en cierto sentido lo único que hay en la ventana es pigmento
de color siena tostado. Y un poco de amarillo ocre.
De hecho, tampoco hay ventana, en ese mismo sentido, sino únicamente
una forma.
De manera que el puñado de especulaciones que yo he podido hacer
sobre la persona de la ventana parecen perder todo su sentido, como es obvio.
A menos, por supuesto, que en adelante yo me convenza una
vez más de que hay alguien en la ventana.
No lo he explicado bien.
La amante de Wittgenstein, pp. 54-55
EN LA GUERRA SE APRENDE
De Catalanes todos de Javier Pérez Andújar, p.215
La diada del millón
Aquel domingo 11 de septiembre de
1977 el antiguo gerifalte carlita Felip Huget i Almuall, que siempre que podía
explicaba como sobrevivió al terremoto de San Francisco de 1905, salió con sus nietos
a dar una vuelta entre los libros antiguos y usados del mercado de Sant Antoni.
Como a las doce de la mañana los corredores estaban tan concurridos que no se
podía dar un paso, Felip y los chicos se
escaparon para tomar el aperitivo en el bar de enfrente. Ese día Felip Huguet
había encontrado un ejemplar de Corona de sonetos en honor de José Antonio
Primo de Rivera. Estaba impecable. Parecía que el tiempo no hubiera pasado, pero
nunca es el mismo el tiempo de la palabra que el de la vida. Lo hojeó mucho rato
antes de comprarlo y cuando lo hizo pidió una bolsa de plástlco para que nadie
lo viera.
-Avi, ¿qué libro es ese? -le
preguntó uno de sus nietos con granujería.
-Una estupidez. Recuerdos de
juventud. Pero para que se lo lleve un indeseable o se lo coma el polvo en ese
puesto, prefiero tenerlo yo en casa .
-¿Me lo dejas ver?
-No, aquí en la calle no, que se estropea.
-Avi...
-¿Qué te ocurre ahora? Un
terremoto teníais que haber pasado. Dime ...
-¿Qué aprendiste en la guerra?
-Ay, hijo mío. En la guerra se
aprende a olvidar.
FAULKNERIANA
De Cartas escogidas de William
Faulkner, p. 468
Estoy trabajando en el libro
grande ... Ahora sé –créame ahora- que esta puede ser mi última obra
importante, ambiciosa; habrá cosas cortas, naturalmente. Ahora sé que estoy
llegando al final, al fondo del barril. El material todavía es bueno, ahora sé
que ya no queda mucho más, ahora un pequeño
poso emerge constantemente y hay que filtrarlo. Y ahora, por fin, tengo cierta
perspectiva sobre todo lo que he hecho. Quiero decir, el trabajo independientemente
de mí, el trabajo que hice, separado de lo que soy ... Y ahora me doy cuenta
por primera vez del maravilloso don que se me concedió: sin educación en el
sentido formal, sin ni siquiera ser muy literato, solo, haber hecho las cosas
que hice. No sé de dónde vino. No sé por qué Dios o los dioses o quienquiera
que sea me eligió a mí para ser el receptáculo. Créame, este no es humildad,
falsa modestia: es simplemente asombro. Me pregunto si ha reflexionado usted
alguna vez sobre la obra y el aldeano que conoció como Bill Faulkner; qué
pequeña conexión parece haber entre ellos ...
INCIPIT 394. LAS TRAGEDIAS GROTESCAS / PIO BAROJA
El otoño fue dulce, templado, de una temperatura suave. Era una
verdadera delicia sentarse en los bancos del Luxemburgo durante aquellos días
tibios. El sol pálido iluminaba los macizos de geranios, dalias, crisantemos y
margaritas.
Algunos días, lluvias ligeras
refrescaban el follaje y avivaban el color de las flores: Los árboles amarilleaban
lentamente; el aire fresco murmuraba entre las ramas y robaba al pasar alguna
hoja grande y cobriza, hoja alegre y juguetona al correr por la avenida
enarenada ; triste y mustia luego, aplastada sobre el tronco de un árbol o
caída en e] agua inmóvil de un estanque.
Don Fausto Bengoa llevaba en su
nueva casa una vida cómoda y tranquila, propia de un filósofo. El paseo, la
conversación amena, el recogimiento del hogar. Nada le faltaba.
Había enviado definitivamente a
Madrid a Mudarra; sabía que la calle Plumet, tan buscada por él, tan importante
en Los miserables
INCIPIT 393. EN ESTA MISMA TIERRA / ERSKINE CALDWELL
Se ponía el sol y en el aire se
notaba el fresco de finales de octubre. Liz, Rocky y Margie, tres sabuesos con
manchas marrones y blancas, estaban tumbados en la esquina del porche. Margie,
con sus largas orejas sedosas cayéndole por la quijada, fue el primero en
levantar la cabeza y olisquear con curiosidad. Al mismo tiempo, Rocky empezó a
golpear con su delgada cola el suelo de madera. Chism Crockett arrojó un puñado
de panecillos secos hacia el jardín trasero y comenzó entonces una carrera
precipitada con los tres perros de caza saltando por encima de la barandilla al
jardín. Chism se sentó en los escalones y observó pensativamente a los
hambrientos perros mientras devoraban el pan. Cuando hubieron lamido hasta la
última miga del arenoso suelo, los
perros se sentaron sobre sus ancas y se dieron el gusto de rascarse hasta que,
totalmente satisfechos, se levantaron, se sacudieron y pasearon tranquilamente
por el jardín bostezando y estirando sus patas traseras, o husmeando olores
familiares.
Si no me doy prisa y hago correr
a estos perros -se dijo Chism en voz alta-, acabarán siendo los mejores
comedores de pan y los peores perros de caza del mundo. Se quedó mirando
durante un buen rato las casas de techos bajos
LAS VENTAJAS DEL MATRIMONIO
De Doble pareja de John Irving, p.91 (Contraseñas)
-Claro que yo tengo la impresión
-dijo- de que Severin siempre está en erección.
Eso desató una ligera tensión que
se instaló, como un campo eléctrico, en el pequeño espacio de la cama que nos
separaba. Me eché a reír y dije algo que me pareció divertido.
-Bueno, supongo que entre medias
se le bajará o se le reblandecerá un poco, y tú no te habrás dado cuenta, Utch.
-No.
-¡Por amor de Dios, Utchl
--exclamé, completamente despabilado-. Si no se le baja, es que no se corre.
-Y tú dices que Severin hace
muchas preguntas. Dices que a Edith le hace demasiadas.
Es cierto, lo sabía, no deben·
hacerse demasiadas preguntas . Pero insistí.
-¿Se corre, Utch? ·
-Sí -contestó al cabo de un largo
silencio.
-Contigo, en cualquier caso -me
vi obligado a decir por alguna razón.
Utch se movió y me cogió con la
mano. En el contexto de su conversación, me sentí avergonzado de no estar
particularmente en erección en aquel momento. Me retuvo un poco y luego me soltó.
Era su manera de decirme buenas noches. Y juntos logramos ese silencio
práctico, la especie de sabiduría que sólo se adquiere al cabo de varios años
de un buen matrimonio. Fingimos estar dormidos hasta que lo estuvimos de
verdad.
ALTA Y BAJA POLITICA
De Monseñor Quijote de Graham
Greene, p.24
- Aquí hay un pasaje muy apropiado, padre, que estaba leyendo cuando usted ha entrado. Qué escritor
más moral era Cervantes, diga lo que diga el obispo de usted. «Que de los vasallos
leales es decir la verdad a sus señores en su ser y figura propia, sin que la
adulación la acreciente u otro vano respeto la disminuya; y quiero que sepas,
Sancho, que si a los oídos de los príncipes llegase la verdad desnuda, sin los
vestidos de la lisonja, otros siglos correrían.» ¿Cómo ha encontrado el
Mercedes? ¿Ha sido encantado por algún encantador en esta peligrosa región de
La Mancha?
EDEN
De Todo lo que hay, de James Salter, p. 81
Edén
En la pequeña casa blanca de
Piermont, en compañía de su mujer y de Lean, Eddins llevaba la vida de un rey filósofo.
La casa seguía amueblada de forma muy austera. Había dos viejas sillas de enea
con cojines cerca del sofá y una raída alfombra oriental. Había libros, dos
mesillas de noche de bambú y una atmósfera de armonía. No les faltaba nada. En
la cocina, que también era el comedor, estaba la mesa donde Eddins solía
sentarse a leer con un cigarrillo humeante en una boquilla de ámbar y la grata sensación
de que la casa descansaba en cierto modo sobre sus hombros, mientras su mujer y
Lean dormían en el piso de arriba. El, como Atlas, la sostenía.
SOBRE LA BUGANVILLA
De La rubia de ojos negros, de
Benjamin Black, p. 80
-La buganvilla tiene una historia
muy interesante.¿La conoce?
-Si la conocía, la he olvidado.
-Es originaria de Sudamérica. Fue
descrita por primera vez por Philibert Commerçon, un botánico que acompañaba al
almirante francés Louis-Anroine de Bougainville en una expedición alrededor del
mundo. Sin embargo, se piensa que el primer europeo que la vio fue una mujer,
la amante de Commerçon, Jeanne Baret. Él la había ayudado a subir a bordo,
disfrazada de hombre.
-Creía que eso solo ocurría en
las novelas de capa y espada.
-No, era bastante frecuente en
aquel tiempo, cuando marineros y pasajeros llegaban a permanecer años lejos de
sus casas.
-Así que la tal Jeanne ... ¿Cómo
dijo que se apellidaba?
-Baret. Con una te.
-Muy bien -no podía igualar su
pronunciación francesa, así que no repetí el apellido-. La joven descubre la
planta, el novio la describe y, sin embargo, la bautizan con el nombre del
almirante. No parece justo.
-Supongo que tiene razón. El
mundo suele ser bastante injusto, ¿no cree?
UN AMOR DE SWAN
Marcelo Proust nació en 1871 en un barrio de París y murió en 1922 - el año de edición del Ulises, El Castillo, El cuarto de Jacob y muchas otras grandes obras, como Siddhartha, La tierra baldía o Hemrosos y malditos- en su cama del Faubourg Saint Germaine. En 1905, con el cuerpo muy mal, después de una gran vida social, se encerró en su casa de para escribir su obra, encamado en una habitación cubierta de corcho. Se puso a escribir sus 5.000 páginas, 1917 fue el año de salida del primer volumen y 1922 del séptimo y último; su primer trabajo fue la escritura del primer volumen –con el inicio de su obra- , pero también del último –con el final de su saga-. La leyenda cuenta que en su lecho de muerte le dictaba a Celeste, su asistenta, los últimos párrafos de La fugitiva, o Albertine desaparecida, el penúltimo libro. Por eso de este título hay varias versiones.
Un amor de Swan es una novela en la gran novela; y puede ser una buena introducción a esas miles de páginas rotundas, espesas y magníficas.
HACE DOS MIL AÑOS, EN UNA ROMA MUY LEJANA...
De Las tabilllas de boj de Apronenia Avitia de Pascal Quignard, p.52
XXXVII. Controversia teológica
-Desde Juliano, los dioses nos han abandonado -dijo C. Baso.
-Dios nos ha abandonado desde Augusto –dijo M. Polio.
-Los dioses nos abandonaron después de Numa -dijo Ti.
Sosibiano.
-Dios nos ha tenido abandonados desde siempre -dijo P.
Saufeyo.
INCIPIT 392. MONSEÑOR QUIJOTE / GRAHAM GREENE
DE CÓMO EL PADRE QUIJOTE SE
CONVIRTIÓ EN MONSEÑOR
Ocurrió de
este modo. El padre Quijote había ordenado su almuerzo solitario a su ama de
llaves y se puso en camino para comprar vino en una cooperativa del lugar, a
ocho kilómetros de EL Toboso, en la
carretera general de Valencia. Era un día en que el calor gravitaba. trémulo,
sobre los campos secos, y no había aire
acondicionado en el Seat 850 que había comprado, siendo ya de segunda mano, ocho años antes.
Mientras conducía, pensaba con tristeza en el día en que tendría que m1scar un
coche nuevo. Hay que multiplicar por siete la edad de un perro para que
equivalga a la de un hombre y, según este cálculo, su coche estaría aún
entrando en la edad mediana, pero notaba que sus feligreses empezaban ya a considerar
casi senil a su Seat 850. “No puede fiarse de él. Don Quijote”, le advertirían. y él sólo podría responder:
«Hemos pasado juntos muchos malos ratos, y pido a Dios que pueda sobrevivirme .
.. Tantas plegarias suyas habían quedado sin respuesta, que sustentaba
esperanzas de que ésta se hubiese incrustado como cera permanente en el oído
Eterno.
Distinguía el
trazado de la carretera general gracias a las nubecillas de humo levantadas por
los coches en tránsito. Al volante del Seat, le inquietaba la suerte del
vehículo al que, en memoria de su antepasado, llamaba mi Rocinante. No soportaba la idea de que su
ICIPIT 391. AÑOS LUZ / JAMES SALTER
Surcamos el río negro, sus bancos
lisos como piedras. Ni un barco, ni un bote, ni una mota de blanco. El viento
ha roto, agrietado la superficie del agua. Es ancho, interminable este gran
estuario. El río es salobre, lívido de frío. Discurre borroso por debajo de
nosotros. Las aves marinas que lo sobrevuelan giran y desaparecen. Surcamos
velozmente el ancho río, un sueño del pasado. Rebasadas sus aguas profundas, el
fondo empalidece la superficie, traspasamos los bajíos, las embarcaciones varadas
en la playa para pasar el invierno, los embarcaderos desolados. Y, alados como
gaviotas, nos elevamos, viramos, miramos atrás.
El día es blanco como papel. Las
ventanas están congeladas. Las canteras están vacías, la mina de plata
inundada. El Hudson es aquí vasto, vasto e inmóvil. Una región oscura, un paraje
de esturiones y de carpas. En otoño plateaba de sábalos. Los gansos dibujaban
en el cielo su larga y cambiante V. La marea sube desde el mar.
Dicen que los indios buscaban un
río que «discurriera en los dos
sentidos». Lo encontraron aquí. La cuña de sal penetra no menos de cincuenta
millas; a veces llega hasta Poughkeepsie. Aquí había lechos enormes de ostras,
focas en el puerto, caza inagotable en
los bosques. Este gran tajo glacial, con sus bahías nupciales, las calas de
apio silvestre y arroz, el río majestuoso. Los pájaros, como signos de
puntuación, cruzan en vuelo uniforme.
FAULKNERIANA
De Una vida absolutamente maravillosa de Enrique Vila-Matas, p. 342
Una de las más brillantes, pero
también más famosas e imitadas entrevistas de The Paris Review, es sin duda la
de William Faulkner. Entre otras, hizo fortuna su famosa respuesta a la
correspondiente pregunta sobre el horario y el lugar de trabajo: «El arte
tampoco tiene nada que ver con el entorno; no le preocupa el lugar. El mejor
empleo que me ofrecieron jamás fue el de patrón de un burdel. En mi opinión, es
el ambiente perfecto para que un artista trabaje ( ... ). El lugar está
tranquilo por la mañana, que son las mejores horas del día para trabajar. Por
la noche hay suficiente vida social».
NJ NOTORIAMENTE JOVENES
De En cuerpo y en lo otro, de DFWallace, p.60-61
Ahora, sin
embargo, intenten recordar la última vez que vieron morir al «héroe» dentro del
marco narrativo de uno de esos dramas. Prácticamente ya no sucede nunca. Y es
que al parecer los profesionales del espectáculo han estado investigando: al
público le da mal rollo que se mueran aquellos con quienes se identifica, y
tiene menos tendencia a ver dramas en los que el peligro se vea conectado de
forma creativa con la muerte que se encuentra en la base de ese peligro. La
consecuencia natural es que los héroes dramáticos de hoy día suelen ser
«inmortales» dentro del marco que los convierte en héroes y en objetos de
identificación (los reproductores de vídeo
y la tecnología afín le confieren a esta ilusión una realidad magnética para el
público). Yo afirmo que el hecho de que se nos anime encarecidamente a identificarnos
con unos personajes para los que la muerte no es una posibilidad creativa significativa
presenta una serie de costes reales. Los que conformamos el público, y ustedes
como individuos al igual que yo como individuo, perdemos toda sensación de
escatología, y por ende de teleología, y vivimos en un momento que,
paradójicamente, se encuentra vacío de significado
o de fin intrínseco y al mismo tiempo es, de forma bastante literal, eterno. Si
somos los únicos animales que saben por adelantado que van a morir,
probablemente también seamos los únicos animales
dispuestos a someternos con mucho gusto a la negación continuada de esa verdad
innegable y tan importante. El peligro es que, a medida que las negaciones de
la verdad que lleva a cabo el entretenimiento se vuelven más eficaces y dominantes y seductoras, cada vez olvidaremos
más de qué son denegaciones. Y eso da miedo. Porque a mí me parece diáfano que,
si nos olvidamos de cómo morir, también nos olvidaremos de cómo vivir.
Y si creen
ustedes que los artistas literarios contemporáneos, de la estatura que sea,
están por encima de ignorar una realidad que a todos nos resulta desagradable,
piensen en cuántos proyectos narrativos serios americanos de la última década
han tratado la que está considerada la amenaza organizada más importante a
nuestras personas y a nuestra sociedad. Intenten nombrar, por ejemplo, dos. Tal
vez la verdadera pregunta sea: en los tiempos que corren, ¿cómo de seria permite
que sea la narrativa “seria” una gente que tiene derecho a ser entretenida?
Porque si yo he afirmado antes que los padres intelectuales de los escritores
NJ defendían una mezcla contradictoria de política de vanguardia y estética de
la vieja guardia, también estoy seguro de que la mayoría de nosotros cambiaría
con gusto esa mezcla por las nuevas contradicciones que han venido a
reemplazarla. El narrador competente de hoy día se encuentra con que es al mismo
tiempo un amante de la narrativa seria y un integrante melud1blemente
condicionado de una cultura dominada por lo pop en la que los valores sociales
de su propio proyecto están decayendo. La cosa en cuyo seno estamos -que nos
comprende- está matando lo que amamos.
DE LA VEJEZ
De Todo lo que hay de James
Salter, p.219-220
Permanecieron un rato en
silencio. -Todo es muy complicado -dijo Beatrice-. Me cuesta mucho hacer las
cosas. No sé por qué. Cuando morimos -añadió-, ¿qué crees que pasa?
-No vas a morir.
-Ya lo sé, pero ¿qué crees que
pasa?
-Algo maravilloso.
-Oh, Philip, sólo tú podrías
decir una cosa así. ¿Sabes lo que creo?
-¿Qué?
-Que al final ocurre lo que
piensas que va a ocurrir .
Bowman admitió que eso era
cierto.
-Sí, tienes razón. ¿Y qué piensas
que va a ocurrir?
-Me gustaría creer que voy a
estar en un sitio muy hermoso.
-¿Como cuál?
Beatrice vaciló.
-Como Rochester -dijo, y se echó
a reír.
Su capacidad de atención se
redujo cuando le dieron el alta, sólo se hallaba en la realidad durante breves
períodos. También empezó a sentir miedo. A Dorothy le costaba mucho hacerse
cargo de su hermana y todo indicaba que las cosas iban a empeorar. La idea de
internar a su madre en una residencia repugnaba a Bowman, equivalía al
abandono. En las residencias acababan los ancianos a quienes nadie quería
cuidar. Una vez allí no tenían nada, tan sólo esperaban o arrastraban los pies
por los pasillos o cabeceaban inertes transportados en silla de ruedas. Y así
pasaban los años. Beatrice podía estar exhausta, deprimida, pero no era como ellos.
Se había hecho mayor, pero nunca acabaría de esa manera. Eso era peor que la
muerte. Como ella le había dicho, ocurre lo que piensas que va a ocurrir. Y
eres tú mismo hasta el final, hasta el último instante. En una residencia, todo
lo que uno cree queda atrás.
VIDAS RUSAS
De Años de James Salter, p. 75
(Muchnik)
Su vida de
pareja era dos cosas: era una vida, más o menos --como mínimo era la
preparación para una vida-, y era una ilustración de la vida para sus hijas.
Nunca se lo habían expresado mutuamente, pero estaban de acuerdo a este
respecto, y las dos versiones de la vida se entreveraban de tal forma que
cuando una de ellas estaba escondida la otra se manifestaba. Querían que sus hijas, en
aquellos años, tuvieran lo imposible, no en el sentido de lo inalcanzable, sino
en el sentido de lo puro.
Los hijos son
nuestra cosecha, nuestro cultivo, nuestra tierra. Son pájaros a los que se da
suelta en la oscuridad. Son errores renovados. Pero son la única fuente de la
que puede extraerse una vida más cumplida, más lúcida que la nuestra. De un
modo u otro harán una cosa, irán un paso más lejos, verán la cima. Creemos en
ello, en el resplandor que despide el futuro, los días que no veremos. Los
hijos deben vivir, deben triunfar. Los hijos tienen que morir; es una idea que
no podemos aceptar.
No hay
felicidad como esta dicha: mañanas apacibles, la luz del río, el fin de semana
por delante. Vivían una vida rusa, una vida fecunda, entrelazada, en la que un
infortunio de uno de los miembros, un
fracaso, una enfermedad, rompería el equilibrio de todos. Aquella vida era como
una prenda de vestir. Su belleza estaba fuera, su calor dentro.
INCIPIT 390. CATALANES TODOS / JAVIER PEREZ ANDUJAR
Cuando ruge la marabunta
Primero
oyó la detonación. Luego vio salir el humo de la pistola. Y al final le cegó el
resplandor. Pero si el jefe de los tradicionalistas de Badalona, Luis Humet,
hubiese sobrevivido a ese disparo, habría dicho que fue al revés de como lo
contaba el patrullero. Luis Humet hubiera asegurado que antes de todo vio un
resplandor, que luego se quedó envuelto en un humo blanco y que finalmente oyó
el estruendo. A Luis Humet ya habían querido matarlo en otra ocasión, cuando las
elecciones del 16 de febrero, pero entonces le salvaron el pellejo la Guardia Civil
y unos militantes de la Lliga Regionalista.
A quien pasearon fue al
industrial Salvador Ribó Arabia. Lo llevaron engañado desde su casa de veraneo
del Masnou hasta la misma puerta de su fábrica. Y allí, al bajar del coche, se
le echaron encima como lobos y se lo
cargaron a tiros. La patrulla revolucionaria que lo asesinó estaba formada por
el comité de empresa de la fábrica. De José Doménech Silvestre nunca
encontraron el cadáver, y por eso se cree que lo incineraron en el horno
crematorio de la checa de Sant Elies, en la parte alta de Barcelona. Algunos
piensan que lo echaron vivo. Lo que sí apareció, sin embargo, fue el cuerpo de
su hermano Santiago. Y también el del capellán del cementerio, José Riera
Codina. Este tenía un disparo en cada ojo. A los curas les echaban unas monedas
en las ingles: si cruzaban las piernas es que eran hombres, si las abrían eran mujeres.
Esa era la broma. Al marqués de Barberá le saquearon la torre y luego le
metieron fuego al edificio. Pero a él no le pillaron.
CARTA DE UNA DESCONOCIDA
CARTA DE UNA DESCONOCIDA
Stefan Zweig nació en Viena en 1881 y se suicidó junto a su
esposa en 1944 en la ciudad de Persépolis. Lo hizo asqueado por lo que estaba
ocurriendo en Europa y sintiendo que el mundo de ayer, el que él representaba
se había acabado.
Escribió Carta de una desconocida en 1922, con su estilo
habitual, conciso, claro, sin oropeles, para una historia delicada, triste y
muy detallada. En 1948 se rodó una película,
Letter from an Unknown Woman, con
Rebeca y Louis Jourdan, dirigida por Max
Ophüls, de quien Truffaut, en palabras
que parecen versar sobre Zweig- dijo que era sutil, cuando le suponían torpe;
profundo, cuando le creían superficial, y puro, cuando le motejaban de obsceno.
LIBROS DE 1922
LIBROS DE 1922
Hoy comienzan los Encuentros
literarios, que este año se dedica a los libros editados en 1922. Nos
reuniremos cada dos semanas y el principal tema será la lectura de los libros
señalados. Pero se estudiará algo más que los libros, pues por ejemplo el
próximo lunes 12 de mayo analizaremos el mapa de Europa en 1922 para enmarcar
ese prolífico año para la escritura. Y el día 26 podremos ver a la guapísima
Ornella Muti en su papel de Odette de Swan.
Los libros elegidos son: Carta a
una desconocida de Stefan Zweig para el 12 de mayo, Un amor de Swan de Marcel
Proust el 26 de mayo, Cara de plata de Ramón María del Valle-Inclán, 9 de junio,
El Castillo de F Kafka para el 23 de junio, El cuarto de Jacob de Virginia
Woolf, 7 de julio y el Ulises de James Joyce, probablemente ya en septiembre
La selección creo que resume no
sólo la historia de la literatura en esos años sino también las tendencias
culturales de la época. Comenzamos con Zweig porque es la luz que se apaga, la
imagen de un mundo que se ha extinguido; y terminamos con Joyce porque ha sido
el anuncio de la literatura del XX y del XXI y también del hombre
contemporáneo. Como lo han sido Proust y Kafka; los tres nos han mostrado al
hombre moderno, a la sombra de Freud, Einstein y Darwin. También tendremos al
mayor escritor gallego de la historia, con una obra de teatro en la que, sin
abandonar lo clásico de su modernismo ya nos anuncia el esperpento. Y al final una tendencia del siglo XIX que ha
arrasado en la política del XX y se renueva en el siglo XXI: el feminismo con la honda tristeza de
Virginia.
Las reuniones serán quincenales y
la lectura es preceptiva pero no vinculante: Para facilitar el acceso a los
textos y al material relacionado, pondremos en el blog una entrada con el
enlace a los libros –no tienen derechos de autor- , a sus posibles versiones en
el mundo de la imagen y otras informaciones intersantes
Y ¿por qué el 22? No hay años más
interesantes, como 1975 con todos los libros que publicó Juan Benet –JB juró no
publicar hasta que muriese Franco, tardó un poco en hacerlo, pero al final
murió; JB editó entonces la obra pendiente y los empleados de correos
protestaron (¿Maldición dijo el cartero? Otro libro de Benet y estamos a 10 de
enero)-, o como 1939 con Plá, Cunqueiro, Baroja o Ridruejo contándonos las
delis de la época.
INCIPIT 389. LA RUBIA DE OJOS NEGROS / BENJAMIN BLACK
Era martes, una de esas tardes de
verano en que la Tierra parece haberse detenido. El teléfono, sobre la mesa de
mi despacho, tenía aspecto de sentirse observado. Por la ventana polvorienta de
la oficina se veía un lento reguero de coches y a un puñado de buenos
ciudadanos de nuestra encantadora ciudad, la mayoría hombres con sombrero, que
deambulaban sin rumbo por la acera. Me fijé en una mujer que, en la esquina de
Cahuenga y Hollywood, aguardaba a que cambiara la luz del semáforo. Piernas
largas, una ajustada chaqueta color crema con hombreras, una falda azul marino.
También luda un sombrero, un accesorio tan diminuto como un pajarito que se
hubiera posado en un lateral de su cabello y se hubiera quedado allí
alegremente. Miró hacia la izquierda, luego hacia la derecha y de nuevo hacia
la izquierda -debía de haber sido una niña muy buena-y entonces cruzó la calle
soleada, avanzando con elegancia sobre su propia sombra.
La temporada estaba siendo muy
floja. Había trabajado una semana como guardaespaldas de un tipo que acudió
desde Nueva York volando en un clipper. Tenía la mandíbula azulada, un reloj de
oro en la muñeca y un anillo en el dedo meñique con un rubí tan grande como un
garbanzo. Se presentó como un hombre de negocios y yo decidí creerle. Él estaba
preocupado y sudaba muchísimo, pero nada sucedió y me pagó lo estipulado. Poco
después, Bernie Ohls, de la Oficina del Sheriff, me puso en contacto con una
encantadora ancianita cuyo hijo drogadicto
le había birlado la valiosa colección de monedas de su difunto marido.
L'AMOUR FOU
De Las desventuras del joven Werther de Goethe, p. 145 (Cátedra)
24 de noviembre
Ella se da cuenta de lo que
sufro. Hoy mismo ha atravesado mi corazón con su mirada. La encontré sola. Yo
callaba y ella me miraba fijamente. Y ya no veía en ella la graciosa belleza,
ni el fulgor de su talento certero, todo había desaparecido ante mis ojos. Otra
mirada mucho más sublime, llena de expresión, del interés mis entrañable y de
la más dulce compasión actuaba sobre mi. ¿Por qué no me estaba permitido arrojarme
a sus pies? ¿Por qué no podía contestarle
abrazándola y dándole mil besos? Ella buscó refugio en el piano y cantó con voz
dulce y suave acompañándose de armónicos acordes. Jamás había visto sus labios
tan adorables, parecía que al temblar se abrían para aspirar aquellas dulces
notas que salían del instrumento y sólo el eco misterioso resonara en ellos al
salir de su pura boca. ¡Si pudiera expresarte lo que sentía! - No pude resistir
más tiempo, me incliné y juré: jamás osaré estampar un beso en vosotros, labios,
en los que flotan los espíritus celestiales ... y, sin embargo ... quiero ...
¡Ah!, ¿lo ves?, ante mi alma se alza como una muralla ... esta felicidad ... y
después morir para expiar este pecado ... ¿Pecado?
CIENTIFICOS Y ARTISTAS
De Ensayos & Discursos de WFaulkner, p. 202 (publicado en Harper's 1955)
Lo que hizo ese poder medieval de
caza de brujas llamado Libertad de Prensa, que en cualquier cultura civilizada debe
ser aceptado como ese dedicado paladín a través de cuya inflexible rectitud
debe prevalecer la justicia y tener lugar la misericordia, no fue exactamente
aprobar y amparar que los propios parientes del criminal fuesen eliminados de
la faz de la tierra como expiación por su crimen? Y si él era inocente como
dijo ser, ¿en qué crimen participó ese mismo campeón del débil y del oprimido?
O (por repetir) no el artista.
América todavía no ha encontrado un sitio para aquel que lidia sólo con cosas
del espíritu humano excepto para usar su notoriedad para vender jabón o
cigarrillos o plumas estilográficas o para anunciar automóviles y cruceros y hoteles
en complejos turísticos, o (si se le puede enseñar a contorsionarse lo
suficientemente rápido como para alcanzar los estándares) en la radio o en las
películas donde puede producir suficientes
tasas de beneficios para merecer atención. Pero el científico y el humanista,
sí: el humanista en ciencia y el científico en la humanidad del hombre, quienes
aún deberían salvar esa civilización que los profesionales en salvarla -los
editores que apoyan su propio engorde sobre la lujuria y la lascivia del
hombre, los políticos que apoyan su propio tráfico sobre su estupidez y su
codicia, y los hombres de iglesia que apoyan su propio comercio sobre el miedo
y la superstición- parecen estar demostrando que no pueden.
¿QUE SE SIENTE AL SER TAN JOVEN?
De La rubia de ojos negros, de Benjamin Black, p.201
Cuando era joven, hará un par de
milenios, creía saber lo que hacía. Era consciente del carácter caprichoso del
mundo, de cómo se divierte con nuestras esperanzas y nuestros deseos; pero en
lo relativo a mis propias acciones, estaba convencido de que era yo, erguido en
el asiento del conductor, quien manejaba el volante con las dos manos. Ahora sé
que no es así. Ahora sé que las decisiones que creemos tomar solo parecen tal
en retrospectiva y que, cuando las cosas suceden, en realidad tan solo nos
dejamos llevar. No me inquieta demasiado ser consciente del escaso control que
tengo sobre mi vida. En general, me satisface dejarme arrastrar por la
corriente, con las manos dentro del agua para pescar los bichos raros. Sin
embargo, hay ocasiones en que desearía haber hecho el esfuerzo de pensar a
largo plazo para calcular las consecuencias de mis actos.
NABOKOVIANA
De Una vida absolutamente maravillosa, de E.Vila-Matas, 485
«Estoy en la plataforma de un tranvía
y me siento totalmente inseguro con respecto a Ia posición que ocupo en este
mundo, en esta ciudad, en el seno de mi familia», escribió en «EJ pasajero»,
prosa breve de Contemplación. En esos días, Kafka ni siquiera se sentía capaz
de justificar que hacia allí en aquella plataforma, sujeto de aquella correa,
dejándose llevar por el tranvia. Pero ya también en esos días Kafka era
implacable. Con una muchacha, por ejemplo, que se instala junto a la escalerilla,
lista para bajar del tranvía. «Se me muestra tan nítida como si Ia hubiera
palpado ( ... ) Su orejita está muy pegada a Ia cabeza, pero como estoy cerca, veo
toda Ia parte posterior del pabellón derecho y la sombra en la raíz», escribe.
Y termina preguntándose cómo es que la muchacha no se asombra de si misma y
mantiene Ia boca cerrada sin decir nada.
Todo eso ocurrió en los años de
las Iecturas decisivas, en los años de las incertidumbres repartidas par las
plataformas de todos los tranvias. Durante un tiempo, el matrimonio Nabokov, en
el Berlin de 1922, subió al mismo tranvia que tomaba Kafka, el Berlfn- Litchterfelde.
Nunca Ie hablaron porque no sabían que era él, pero Vera Nabokov siempre dijo
recordar “aquella cara, su palidez, Ia tirantez de Ia piel, aquellos ojos tan extraordinarios,
ojos hipnóticos resplandeciendo en una cueva”.
DE LA COMPLEJIDAD DEL LENGUAJE
De En cuerpo y en lo otro, de DF Wallace, p.114
Aunque está clara que las
motivaciones reales de cualquier escritor están ocultas para siempre y solo
pueden, en el mejor de los casos, ser objeto de la imaginación, no hay peligro
en señalar que Ia peripecia metafisica postatomista que representan las
Investigaciones filosóficas del ultimo
L. Wittgenstein articula unas preocupaciones y unos supuestos metafisicos tan distintos
de los del Tractatus de su primera epoca que las IF no constituyen tanto una
renuncia como na especie de
infanticidio a porrazos. A efectos marksonianos,los tres objetos contundentes importantes,
las diferencias casi pristinas entre el Wittgenstein «primero» y el «ultimo» tienen que ver con la obsesión persistente que
tenia W por las cuestiones del lenguaje y la realidad. Uno. Ahora las IF
postulan como paradigma del lenguaje que deberia ocupar a los fil6sofos ya no
la abstracción ideal de la lógica matemática, sino el simple lenguaje ordinario
del día a día con toda su vaguedad y su encanto generales. Dos. El Wittgenstein
de las IF invierte mucha energía y tinta en oponerse a la idea de lo que se ha
dado en llamar «lenguaje privado». El término pertenece al pragmatista William
James, al que W, a quien no convenía tener de enemigo, acusó de estar buscando
siempre “la alcachofa entre sus hojas”. Pero el afán de las IF por mostrar la
imposibilidad de un lenguaje privado (algo que consigue, en gran medida) es
también una terrible ansiedad por evitar
las consecuencias solipsistas de la lógica matemática entendida como paradigma
del lenguaje. Recuérdese que los esquemas de arreglo a la verdad de la lógica
matemática, así como los hechos individuales que esos esquemas describen, existen
independienternente de quien habla, de quien conoce y sobre todo de quien escucha.
La insistencia de las IF -como parte del alejamiento que lleva a cabo el libro
de la idea de cómo debe ser el mundo para que sea posible el lenguaje y su acercamiento
a la idea de cómo debe ser el lenguaje a la vista de cómo es realmente el
mundo, con todo su farfullar y su encanto y su profunda absurdo- en que la
existencia, no, la idea misma del lenguaje depende de alguna clase de comunidad
comunicativa ... constituye el ataque filosófico más poderoso a la coherencia básica
del escepticismo/solipsismo desde aquel Descartes cuyo Cogito el mismo Wittgenstein
contribuyó a ensartar. Tres. La gran diferencia final es una atención nueva y clínica
a las malas artes casi nixonianas del mismo lenguaje ordinario. Uno de los
preceptos de las IF es que las cuestiones filosóficas profundas se pueden
resolver averiguando por que las construcciones lingüísticas se usan como se
usan.
INCONVENIENTES DE LA EDAD
De La señora Dalloway de Virginia Woolf, p.117 (Lumen)
Teniendo en cuenta los sufrimientos,
Ia tortura y la extraordinaria pasión de aquellos tiempos, ¿cabia decir que
estuviera ahora enamorado de Daisy? Era una cosa totalmente diferente -mucho
mas agradable-, y la verdad consistía, desde luego, en que ahora ella estaba enamorada de el. Y esto quizá fuera la razón
por la que, en el momento en que el barco zarpó, Peter sintió un extraordinario
alivio, y deseó sobre todo quedarse solo; le irritó encontrar en la cabina los
testimonies de las pequeñas atenciones de Daisy, los cigarros, las notas, la
alfombra para el viaje. Si la gente fuera honrada, todos dirían lo mismo; después
de los cincuenta, uno no necesita a los demás; uno no tiene ganas de seguir
diciendo a las mujeres que son hermosas;
esto es lo que dirían casi todos los hombres de cincuenta años, pensó Peter
Walsh, si fueran sinceros.
INCIPIT 388. LA SEÑORA DALLOWAY / VIRGINIA WOOLF
La señora Dalloway dijo que ella
misma se encargaría de comprar las flores.
Sí, ya que Lucy tendria trabajo más que suficiente. Habí que desmontar
las puertas; acudirían los operarios de Rumpelmayer. Y entonces Clarissa
Dalloway pensó: que mañana diáfana, cual regalada a unos niños en Ia playa. jQue
fiesta! jQue aventura! Siempre tuvo esta impresión cuando, con un leve gemido
de las bisagras, que ahora le parecía, abría de par en par el balcón, en
Bourton, y salía al aire libre. i Que fresco, que calma, más silencioso que
este, desde ruego, era el aire a primera
hora de la manaña ... ! como el golpe de una ola; como el beso de una ola;
fresco y penetrante, y sin embargo (para una muchacha de dieciocho años, que
eran los que entonces contaba) solemne, con la sensación que la embargaba, mientras
estaba en pie ante el balcón abierto, de que algo horroroso estaba a punta de
ocurrir
INCIPIT 387. EL INVITADO AMARGO / V MOLINA FOIX
1. Vicente
En mitad de la noche del 30 de
diciembre de 1978 sonó el teléfono en el dormitorio. Yo dormía abrazado a M., sosteniendo
su cuerpo sin ropa, y al quitarle mis manos para responder a la llamada M. se
despertó. Levanté el supletorio en forma de góndola que estaba sobre la mesilla
art déco, aquella noche conectado por si llegaba desde Alicante la llamada que
temía. La palabra áspera y poco detallada de Rafael, el marido de mi hermana,
me dio a entender, sin decir la palabra muerte, que papá había muerto. Antes de
dar fin a la breve conversación telefónica, M., que no me había oído hablar más
que de aviones y horarios, se puso a llorar a mi lado. Lloraba con más lágrimas
que yo. Pasé la noche de San Silvestre velando el cuerpo de mi padre, una estructura sólida y grande que
a finales de agosto de ese mismo año yo había visto dar largas caminatas por la
orilla y nadar vigorosamente en las aguas de la playa de San Juan, y a primeros de diciembre, cuando
regresé de Oxford, encontré postrada en un sillón del mirador de la casa
familiar, sosteniendo la cabeza de un anciano absorto, sumido, demacrado. Mientras
mamá nos miraba desde la antesala, intentando una sonrisa plácida que no
escondía el rictus de su propia agonía, me incliné sobre él, se dejó dar
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