Ensayo general, Milena Busquets, p. 72
Yo tenía una amistad pendiente
con Marías. Durante meses o quizá años no podré escuchar su nombre sin sentir
una punzada de dolor y de incredulidad en el corazón, sin pensar que murió
demasiado pronto; sé que no soy la única. Entre susurros y sin hacer grandes
dramas, sus hordas de lectores le echan de menos como se echa de menos a un
amigo -a alguien que te hizo feliz y que supo a ratos alejar la soledad y el
miedo, a alguien que cumplió con el destino de todos: hacer que el mundo fuese
un lugar un poco mejor-, hablan de él y, sobre todo, le siguen leyendo. Seguro
que Javier Marías sabía que era el mejor escritor de España, espero que supiera
también que además (a pesar de ser un gruñón y de tener tal vez la polla un
poco vieja, como correspondería a un hombre de su edad) era el más querido.
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