Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

Buchenwald


Destino y memoria:cien años de  J. Semprún, p. 330

El narrador, y no hay duda de que este remite a Semprún en el ciclo dedicado a Buchenwald, había declarado en sus primeros libros, y con una cierta imprudencia, haber sido feliz allí, al  conseguir para sí mismo una atmósfera de altísimo nivel intelectual: recitaba «La fileuse» de Paul Valéry en el edificio de las letrinas, mientras otro compañero le respondía con versos de Baudelaire; declamaba, también en compañía, y a voz en grito, el lied de Lorelei, en alemán, entre el ruido ensordecedor de decenas de pares de zuecos, exhaustos, yendo a sus barracones. En el Lager, Semprún no solo leyó la Lógica de Hegel, La voluntad de poder de Nietzsche y un ensayo de Schelling sobre la libertad, sino que descubrió la poesía de René Char, pudo hablar de san Agustín, leyó a William Faullmer y mantuvo un tenso cruce de espadas intelectual con un teniente americano de origen alemán, el teniente Rosenfeld, que no solo conocía las Nouvelles conversations de Goethe avec Eckermann, de Léon Blum, sino que era un experto en Heidegger, en Goethe y en Bertolt Brecht. Con dicho teniente  Rosenfeld, el preso 44. 904 se pasearía asimismo por Weimar, una vez liberado el campo por parte de las tropas estadounidenses. Ambos hombres visitarían las dos casas de Goethe: la casa-museo del Frauenplan, en el centro, y la más modesta del Gartenhaus, donde el escritor vivía felizmente con Christiane Vulpius, resguardado de la estricta etiqueta cortesana.


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