Canta, ¡oh, diosa!, la ira de Aquiles, hijo de Peleo, que trajo incontables males a los griegos. Muchas almas valientes envió antes de tiempo al Hades y convirtió a muchos héroes en pasto de los perros y de los buitres, pues tal fue la voluntad de Zeus cumplida desde el día en que Agamenón, rey de hombres, y el gran Aquiles se enemistaron.
¿ Y cuál de los dioses fue el que
los empujó a pelearse? Fue Apolo, el hijo de Zeus y Leto; pues estaba enfadado con
el rey y envió una pestilencia sobre su hueste para atormentar al pueblo,
porque Agamenón había ultrajado a su sacerdote Crises. Crises había ido a las
naves de los griegos para liberar a su hija, y había llevado consigo un gran
rescate; además, llevaba en su mano el cetro de Apolo envuelto en una guirnalda
de suplicante, e imploró a los griegos, pero sobre todo a Agamenón y Menelao,
los dos hijos de Atreo, que eran sus caudillos.
-¡Hijos de Atreo -exclamó- y
todos los demás griegos!, ojalá los dioses que moran en el Olimpo os concedan saquear
Troya y volver a vuestras casas sanos y salvos
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