Calendario sin fechas, Josep Pla, p. 75
... Aquí tengo, delante de mis ojos, un número del Esquire,
el célebre magazine para caballeros que se publica en Chicago. El número es un
poco atrasado: corresponde a abril del año pasado. En este número hay una
reproducción a todo color de un cuadro de Salvador Dalí, un cuadro que al
parecer ha tenido un gran éxito y que para mí ha sido, por unas horas, como un
retorno a Portlligat. Hay una figura de mujer admirable, idealmente dibujada,
con una inmensa cabellera rubia enmelada. Cabeza y cabellera, cuyos bucles y
volúmenes recuerdan las formas más obsesionantes de los peinados antiguos -quiero
decir de los de hace cuarenta años-, reposan sobre una inmensa cáscara de
ostra, de una ondulación de curvas suave, curvas como lamidas por el mar, de
una calidad de nácar rosado. Tres estrellas de mar, maravillosamente dibujadas,
ponen sobre la cabellera un punto de decorativismo, entre primigenio y
celestial. Estamos ya lejos de las viejas y grotescas rarezas del surrealismo:
de los relojes flácidos, de los huesos de formas fálicas, de los bistecs de
ternera colocados en el centro de un paisaje. Estamos ante un esfuerzo de
realismo extralúcido, hipersensible. La señorita del cuadro a quien hacemos referencia,
con su maravillosa cabellera colocada sobre el cuenco de una cáscara de ostra,
tiene como fondo un verde de acuárium. ¿No será este el color que, por los
reflejos de las algas, tiene, en cierto momento, el mar engolfado de
Portlligat? Sobre este verde acuárium hay tres objetos que se nos aparecen como
los alcaloides de la fama marítima más característica: hay un cuerno de mar, un
caracol torneado con nácares azules y una rama de coral blanco. El cuerno tiene
formas abruptas y caídas de las suavidades formales más delicadas. El caracol
es prodigiosamente bello de forma y de color, turgente y delicado, luminoso
como una joya rutilante. Y la calidad del coral, excrecencia de la vida del
mar, vida mineralizada, caries esponjadas en una botánica mineral, está dada
por el pintor con una experiencia y un sentido de la observación de la
sensibilidad del mar, verdaderamente admirable.
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