Calendario sin fechas, Josep Pla, p. 156
Baroja es un inmenso escritor.
Pero se equivocó de técnica. Escribió novelas. Como novelas, sus novelas son
ridículas. No conoció ni los trucos, ni las triquiñuelas ni la manera
escandalosa de componer sus novelas que tienen los novelistas. Desde el punto de
vista de la técnica de la novela -como en tantos otros aspectos de su vida-,
Baroja fue un niño. Sus novelas, en tanto que novelas, no tienen el menor
interés, no tienen la menor composición, no tienen aquella exposición, nudo y
desenlace que han de tener las novelas para apasionar a la gente. Baroja fue un tipo que anduvo por el mundo dotado de
una aguda capacidad de observación y escribió lo que se le fue presentando:
paisajes, personas, personas sobre el paisaje, ambientes. Lo que ha de contener
una novela para imantar al lector estuvo a mil leguas de su concepción del
mundo. ¿ Y cómo había de estar más cerca, si en el mejor de los casos Baroja
reaccionó siempre como un hombre ingenuo? Todas las personas que han
reflexionado un poco sobre la vida y el mundo -y Baroja es una de ellas- saben
que las novelas no existen, que se trata de un género literario de ínfima
categoría, un género literario basado en la cocina editorial más maliciosa y
más grosera. Y, sin embargo, casi todos los libros de Baroja llevan el título
de novela. ¿Por qué Baroja escribió novelas?
En 1921, le dije una vez:
-Sin duda tiene usted alguna
razón para escribir novelas.
-¡Pero, hombre! Azorín llama a
sus libros también novelas.
En mi tiempo no se podía escribir
otra cosa. Estábamos fascinados por el éxito de Galdós, nos parecía que el
género podía venderse.
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