Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

LACAN


Fortuna, Hernán Díaz, p. 121

El doctor Frahm le habló en un inglés académico, imperfecto y brusco. En vez de reprimir las diatribas incontenibles de la señora Rask y redirigirlas al terreno de la normalidad (o bien amordazarla con sedantes), le explicó, deseaba promover sus monólogos. Si Helen no podía parar de hablar era porque no podía parar de intentar explicar su enfermedad: su deseo de entender su propia enfermedad era, en gran medida, la enfermedad misma. Si Frahm la escuchaba y la enseñaba a escuchar, pronto descubrirían que sus peroratas interminables estaban llenas de instrucciones en clave. Cada vez que se encontraba con uno de aquellos momentos reveladores del discurso de la señora Rask en los que su enfermedad arrojaba luz sobre sí misma, interrumpirla repentinamente servía para subrayar la epifanía y obligabarla a escucharse. Por eso había muchas sesiones que eran tan cortas. Y si tenían lugar en cualquier parte (y en cualquier momento), era para inculcarle a la paciente la idea de que su examen de sí misma no debía limitarse a una oficina, sino que era un proceso continuo. Por medio de aquellas sesiones «por sorpresa», Frahm quería enseñarle a tenderse emboscadas a sí misma.


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