Historia menor de Grecia, Pedro Olalla, p. 123
CESAREA
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Eusebio se dispone a hacer ahora
lo que nunca se ha hecho y ha llegado el momento de hacer: escribir la historia
de la Iglesia de Cristo.
Con la ayuda de Dios, se
internará en ese desierto no hollado comenzando por la propia figura del
Salvador, a quien los justos y los piadosos reconocieron ya desde el principio de
la Creación con los ojos puros de su mente. Después, consignará las sucesiones
de los santos apóstoles y el número y los hechos de quienes han sido
embajadores de la palabra de Dios. También dará noticia de aquellos que,
llevados al extremo por la confusión y la novelería, se proclamaron a sí mismos
instructores de una mal llamada ciencia y esquilmaron como lobos despiadados el rebaño de Cristo.
Referirá puntualmente las calamidades que se abatieron sobre . el pueblo judío
tras atentar contra el Salvador, registrará el número y la índole de los
ataques de los paganos contra la divina doctrina y dejará constancia de la
grandeza de cuantos por ella afrontaron sangrientas torturas.
Durante el principado de
Diocleciano, Eusebio ha visto el mal cebarse en los cristianos de modo tan
insólito que supera toda imaginación: hombres descuartizados en los árboles,
mujeres ultrajadas colgadas por los pies, soldados masacrando familias enteras
hasta que sus espadas quedaban embotadas a fuerza de matar. Pero también ha
visto el ímpetu y el fervor de quienes creen en el Cristo de Dios; los ha visto
saltar a proclamar su fe ante los mismos tribunales que dictaban sentencias de
muerte sin la menor clemencia, y ha visto finalmente triunfar a la Iglesia y
cumplirse el designio de Dios por el brazo del nuevo emperador Constantino. Por
eso se le hace inaplazable comenzar esta Historia, porque los hechos vienen a demostrar
que todos los sucesos desde el principio de los tiempos siguen el plan de Dios
para la salvación. Por eso, como obispo que escribe la historia de la Iglesia,
su fin no es la ecuanimidad en el relato de los hechos, sino la persuasión.
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