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Exhalación, Ted Chiang
No es ninguna coincidencia que “aspiración”
signifique al mismo tiempo tener esperanza y el acto de respirar. Cuando
hablamos, usamos el aliento de nuestros pulmones para darle a nuestros
pensamientos una forma física. Los sonidos que emitimos son simultáneamente
nuestras intenciones y nuestra fuerza vital.
Hablo, luego soy. Los aprendices vocálicos, como los papagayos y los humanos, somos tal vez los únicos que comprendemos del todo la verdad que hay en esto.
Dar forma a los sonidos con la
boca tiene algo placentero. Es tan primario y visceral que, a lo largo de la
historia, los humanos han considerado esta actividad una senda hacia lo divino.
Los místicos pitagóricos creían que las vocales representaban la música de las
esferas, y salmodiaban para extraer poder de ellas.
Los cristianos pentecostales
creen que cuando hacen uso de lo que llaman “don de lenguas” están hablando el idioma que emplean los
ángeles en el cielo.
Los brahmanes creen que al
recitar mantras refuerzan los ladrillos que construyen la realidad. Sólo una
especie de aprendices vocálicos atribuiría tanta importancia al sonido en sus
mitologías. Nosotros los papagayos sabemos valorarlo.
Según la mitología hindú, el
universo fue creado con un sonido: “om”. Es una sílaba que contiene en su interior todo lo que siempre
fue y ha sido. Cuando el telescopio Arecibo se orienta hacia el espacio entre
las estrellas, oye un leve canturreo.
A esto, los astrónomos lo llaman
el fondo de microondas cósmico. Es la radiación residual del Big Bang, la
explosión que creó el universo hace catorce mil millones de años.
Pero también podemos considerarla
como una reverberación apenas audible de aquel “om” origínal. Esa sílaba era tan
retumbante que el cielo nocturno seguirá vibrando mi entras dure el universo.
Cuando Arecibo no está escuchando
otra cosa, escucha la voz de la creación.
Nosotros los papagayos
portorriqueños tenemos nuestros propios mitos. Son más simples que la mitología
humana, pero yo creo que a los humanos les agradarían. Ay, nuestros mitos se
están perdiendo a medida que mi especie desaparece. Dudo que los humanos
lleguen a descifrar nuestro idioma antes de que nos hayamos esfumado.
De modo que la extinción de mi
especie no sólo supone la pérdida de un grupo de aves. Significa también la
desaparición de nuestro idioma, nuestros rituales, nuestras tradiciones. Significa
el silenciamiento de nuestra voz.
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