La mujer temblorosa, Siri Hustvedt, p. 102
La subjetividad no es la historia
de un “yo” absoluto y equilibrado que va por la vida tomando una decisión consciente
tras otra. Tampoco es una máquina cerebral incorpórea, preprogramada
genéticamente para actuar según unas pautas preestablecidas y predecibles. Con
el paso del tiempo ha ido perdiendo fuerza la comparación del cerebro con el
disco duro de un ordenador al que se le actualiza el software de forma
continua. Con el advenimiento de la tecnología el ordenador se ha convertido en
un modelo cognitivo, pero a mí me parece extraño que los científicos y una
buena parte de los filósofos hayan decidido que una máquina puede ser un modelo
adecuado para la mente humana. Por algo muy sencillo: las máquinas carecen de
emociones y los humanos no pueden tomar decisiones sin implicar en ellas
valores afectivos. Perderían capacidad de juicio, en lugar de ganarla. En su libro
El error de Descartes, Antonio Damasio nos proporciona pruebas neurológicas de
algo que la gente sólo podía llegar a intuir: que la emoción es crucial para el
buen razonamiento. Las personas con daños en el lóbulo frontal tienen las
emociones embotadas y ello afecta a su capacidad de actuar en beneficio propio.
Además, nuestra subjetividad no está cerrada sino abierta al mundo exterior. Es
un hecho indiscutible pero que suele olvidarse, y los científicos, obsesionados
con las funciones cerebrales, a veces tratan estos procesos como si tuvieran lugar
en un órgano aislado que no formase parte del cuerpo, un ramillete de neuronas
metido en una cuba que sólo se ocupan de lo suyo sin interferencia alguna.
William James escribió: “Toda acción es una reacción al mundo exterior; y el
estadio intermedio de la consideración, la contemplación o el pensamiento no es
más que un lugar de tránsito, el fondo de un circuito cuyos dos extremos están
conectados con el mundo exterior[ ... ] La corriente de la vida que nos entra
por los ojos y las orejas sale por nuestras manos, pies y labios». El modelo de
experiencia subjetiva que presenta James es dinámico e incluye el mundo que
percibimos, con todo lo que ello implica: imágenes, sonidos, olores,
sensaciones, emociones, otras personas, pensamiento y lenguaje. Todo eso está
dentro de nosotros. Estamos habitados, ocupados, somos seres plurales y siempre
vivimos en relación con ese mundo exterior que percibimos como seres corporales
y no solamente como cerebros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario