El síndrome Woody Allen, Edu Galán, p. 242
La designación de «espacios seguros» en los campus
Los «espacios seguros” son
lugares adonde los estudiantes -especialmente, los pertenecientes a minorías-
pueden ir y «no ser perturbados" por nada que sea susceptible de
ofenderlos ni, en consecuencia irreversible, traumatizarlos. En ellos se les
ofrecen terapias de diversos tipos -entre ellas, ejercicios de relajación con
pelotas o perros «terapéuticos"- para, desde esta perspectiva hiperprotectora,
«afrontar la crisis de enfermedades mentales en los campus estadounidenses”, donde
uno de cada tres nuevos estudiantes tiene problemas mentales. Diagnosticar como enfermedad mental
cualquier reacción negativa frente a la adversidad de la vida tiene como
consecuencia una epidemia «fabricada” de enfermedades mentales inevitables,
dadas las enormes complejidades psicológicas, contradicciones y frustraciones que
afronta el sujeto en las sociedades occidentales. En lugar de conducir a los
jóvenes para que entiendan y afronten las circunstancias, en ocasiones,
tristes, azarosas o angustiosas que les toque vivir, desde la universidad se
les proponen remedios placebo en forma de lugares «seguros" donde “no
existe" la ansiedad, donde realizan juegos de niños con perros y, en
resumen, donde se tranquiliza a los alumnos creándoles una falsa sensación
infantil de armonía. Advertia el biólogo Richard Dawkins en su Twitter: “Una
universidad no es un "espacio seguro". Si necesitas un espacio
seguro, vete a casa, abraza a tu osito y chúpate el dedo hasta que estés
preparado para la universidad". Esta afirmación se queda corta: además de
lo señalado por Dawkins, los “espacios seguros" limitan --de forma
terapéutica, dicen, ya que allí se prohiben las «palabras ofensivas,- la
libertad de expresión, y dibujan el campus como una «selva insegura" que
evitar o que convertir, todo él, en un gran espacio seguro.
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