El síndrome Woody Allen, Edu Galán, p. 130
La desconfianza del saber común y
la negación del análisis crítico no bastan por sí solas para creer que las
instituciones, las academias, las empresas o los expertos nos están engañando.
Aunque también las instituciones, las academias, las empresas o los expertos
han contribuido a ello engañándonos más de una vez. Por ejemplo, ¿es cierto que
algunas empresas farmacéuticas se han comportado como depredadoras, controlando
el precio de los medicamentos, sobornando a médicos y estafando a aseguradoras?
Pues sí. ¿Es cierto que el sistema judicial ha funcionado en ocasiones como un
órgano represor, corrupto, al servicio de las clases altas y con un machismo
rampante? Pues sí. ¿Siempre? Pues no. ¿Y cómo lo distingo? Analizando
críticamente caso a caso y sacando una conclusión que puede, por supuesto, ser
contradictoria y negar tu premisa. Por ejemplo, según el índice de Estado de
derecho, una clasificación anual realizada por expertos del World Justice
Project basándose en variables como “ausencia de corrupción”,”derechos
fundamentales» u “orden y seguridad», advierte que Dinamarca, Noruega y
Finlandia poseen los estados de derecho más consistentes y Congo, Camboya y
Venezuela, los que menos. ¿Cabe la desconfianza en estos datos? Seguro: desde
una perspectiva individual, y con una camiseta de “La verdad está ahí fuera” puesta
porque soy fan de Cuarto milenio, puedo alegar que no son exactos porque
requerirían de mejores variables, porque provienen de una organización corrupta
o porque yo he viajado a Congo y no están tan mal. ¿Valdrían como argumentos
que negasen completamente un estudio serio? No. ¿Esta desconfianza sistémica,
propuesta a toda velocidad y sin datos, podría calar en la población? Creo que
estamos viviendo imbuidos de ella: de hecho, funda gran parte de los métodos que
utilizamos para comunicarnos, y estos tiempos de coronavirus, plagados de bulos
y millones de versiones de soluciones a una epidemia que se está desplegando en
directo frente a nuestros ojos lo prueban. Estos medios de comunicación
personal-redes sociales, web-se basan en el yo y en la atención al yo, y pocas
cosas atraen mayor atención hacia uno mismo que señalar un posible fallo en un
sistema, sin importar que este apunte esté basado en la conspiranoia, en la
pseudociencia o en la creencia. Llama más la atención decir que la Tierra es
plana que decir que es redonda, luego afirmar que es plana será más reforzado
en un mundo -el actual- donde prima el ser atendido antes que el ser
racional-que suele ser muy aburrido, solo hace falta ver la cara de un
científico o un académico de la lengua-.
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