La mujer temblorosa, Siri Hudsvedt
Quizá el ejemplo más famoso sea
el del conductista J. B. Watson, que rechazaba de plano las imágenes mentales y
afirmaba que no existían. Watson defendió su postura en un debate público que
tuvo lugar en el Club de Psicología de Washington D.C., donde declaró que «la
psicología subjetiva nunca ha producido descubrimiento alguno, tan sólo
especulación rnedieval».El año anterior a ese debate público, Freud publicó El
yo y el ello, donde modificaba su anterior modelo de la mente. En él abandonaba
sus primeras tres categorías (consciente, inconsciente y preconsciente)
desarrolladas en La interpretación de los sueños, a favor de un nuevo enfoque
basado en el funcionamiento de sus nuevas divisiones de la mente. El concepto freudiano
del ego, o del yo (Ich) no era el del narrador interior o el de una conciencia
perceptiva abarrotada de imágenes. Además incluía el desarrollo de una noción corporal
del ser muy similar a un esquema corporal (que determina nuestra sensación de
ser alguien separado de los demás) así corno de otros procesos inconscientes.
El ello (das Es) era el lugar, siempre inconsciente y atemporal, donde
radicaban las necesidades o los impulsos primarios. El superego o superyó
(über-Ich) era similar a una conciencia personal que surgía a través de las
identificaciones primarias y más importantes de una persona, aquellas que
establece con sus padres. Así que en la época en que Freud estaba
replanteándose su modelo mental, incluyendo en él grandes zonas inconscientes,
Watson se dedicaba a negar que existieran siquiera las imágenes visuales que
son una experiencia consciente y cotidiana la mayoría de la gente.
Las ideas crecen, pero a menudo
lo hacen en zanjas estrechas y profundas. Watson era un defensor radical y polémico
del conductismo, pero sus ideas han tenido efectos trascendentales en la
ciencia y en la filosofía de la ciencia. Hay personas en el mundo que carecen
de la capacidad de crear imágenes mentales (mi poeta traductor y quizá algunos
filósofos), pero son una minoría y algunos son pacientes neurológicos. Mi
pregunta es, si Watson y los colegas que le secundaban veían novelas o
recordaban casas y paisajes, o incluso las palabras de un texto que habían
leído en tal página, con sólo repasarlo todo mentalmente, ¿cómo podían
cuestionar la existencia de las imágenes mentales? Además, ¿no sueña todo el mundo?
¿Los sueños no son imágenes mentales visuales? Los dogmas pueden cegar a las
personas.
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