Una vida en palabras, Paul Auster, p. 183
lBS: ¿Qué me dice de la luna? ¿Le
produjo una gran impresión el aterrizaje en la luna?
PA: Eso empezó con el discurso de
Kennedy. Anunció que íbamos a mandar a un hombre a la luna. Por entonces yo
estaba a punto de cumplir trece años, así que crecí con la expectativa de que
los norteamericanos viajarían al espacio exterior.
lBS: ¿La nueva frontera?
P A: Eso es. El siguiente sitio
al que Norteamérica tenía que ir.
lBS: La luna simboliza casi
absolutamente todo en la novela. En una entrevista, dijo usted:
La luna es muchas cosas a la vez,
una piedra de toque. Tenemos la luna como mito, la “radiante Diana, imagen de
todo lo que es oscuro en nosotros”; la imaginación, el amor, la locura. Al
mismo tiempo, está la luna como objeto, como cuerpo celeste, como piedra sin
vida cerniéndose en el cielo. Pero también representa el deseo de lo que no
tenemos, lo inalcanzable, el anhelo humano de trascendencia. Y sin embargo también
es historia, en especial historia norteamericana ... Pero la luna también es
repetición, la naturaleza cíclica de la experiencia humana. ( Collected Prose,
566)
PA: La novela intenta abarcar
todo eso.
lBS: Son muchos significados, y
muy dispares, para atribuir a un solo objeto.
P A: Sí, pero ya ve, una vez que
se empieza a pensar en algo, se van estableciendo asociaciones. He descrito ese
mecanismo asociativo como una especie de máquina de flipper, en donde un objeto
toca a otro y luego a otro y a otro, de modo que pronto se forma un enorme
sistema de referencias interrelacionadas.
En la imagen Hécate de William Blake
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