Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

FALANGE

El monarca de las sombras, Javier Cercas, p. 75
A principios de 1936 Falange era todavía en España un partido muy minoritario; en las elecciones de febrero de aquel año apenas obtuvo un asiento de diputado: el de José Antonio Primo de Rivera, su líder. El partido como tal no existía en Ibahernando, y sus candidatos nacionales jamás cosecharon allí un solo voto. Pero nada de esto significa que Manuel Mena no hubiera podido ser atraído en Cáceres por el idealismo romántico y antiliberal, la radicalidad juvenil, el vítalisrno irracionalísta y el entusiasmo por los liderazgos carismáticos y los poderes fuertes de aquella ideología de moda en toda Europa; al contrario: Falange era un partido que, con su vocación antisisterna, su prestigio jovíal de novedad absoluta, su nimbo irresistible de semiclandestinidad, su rechazo de la distinción tradicional entre derecha e izquierda, su propuesta de una síntesis superadora de ambas, su perfecto caos ideológico, su apuesta simultánea e imposible por el nacionalismo patriótico y la revolución igualitaria y su demagogia cautivadora, parecía fabricado a medida para abducir a un estudiante recién salido de su pueblo que, con apenas dieciséis años, en aquel trance histórico decisivo soñara con acabar de un solo tajo redentor con el miedo y la pobreza que acechaban a su familia y con el   hambre, la humillación y la injusticia que había visto a diario en las calles de su infancia y su adolescencia, todo ello sin poner en peligro el orden social y permitiéndole identificarse además con el elitismo aristocrático de José Antonio, marqués de Estella. No sabernos si don José Cerrillo, el amigo de su familia con el que convivía en Cáceres, pertenecía en aquel momento a Falange; lo más probable es que no. Pero no hay duda de que a principios de aquel año Cáceres era una de las provincias españolas con mayor número de afiliados al partido; tampoco de que Manuel Mena pudo asistir al segundo mitin de José Antonio en Cáceres, el 19 de enero de 1936, en el Norba, un teatro situado en el paseo de Cánovas. Allí pudo ver cómo el joven jefe de Falange se dirigía a una muchedumbre de camaradas venidos de toda Extremadura, enfundado en su camisa azul reglamentaria e interrumpido por el estruendo   reincidente de sus ovaciones, con palabras corno éstas: “La gran tarea de nuestra generación consiste en desmontar el sistema capitalista, cuyas últimas consecuencias fatales son la acumulación de capital en grandes empresas y la proletarización de las masas”. O como éstas: «El proceso de hipertrofia capitalista no acaba más que de dos maneras: o interrumpiéndolo por la decisión, heroica incluso, de algunos que participan en sus ventajas, o aguardando a la catástrofe revolucionaria que, al incendiar el edificio capitalista, pegue fuego de paso a inmensos acervos de cultura y de espiritualidad. Nosotros preferirnos el derribo al incendio”. E incluso corno éstas: «Para cerrar el paso al marxismo no es votos lo que hace falta, sino pechos resueltos, como los de estos veinticuatro camaradas caídos que, por cerrarle el paso, dejaron en la calle sus vidas frescas. Pero hay algo más que hacer que oponerse al marxismo. Hay que hacer a España. Menos "abajo esto", "contra lo otro"y más "Arriba España". "Por España, Una, Grande y Libre." "Por la Patria, el Pan y la Justicia''.

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